El centro de congresos de Davos, el 23 de enero de 2019. VALERIANO DI DOMENICO/FORO ECONÓMICO MUNDIAL

Agenda Exterior: Davos

Agenda Pública y Política Exterior
 |  23 de enero de 2019

¿De qué se está hablando realmente en Davos?

 

Como cada año, la elite económica y política global se reúne en el resort de esquí suizo de Davos en la tertulia más cara del mundo, en palabras de Gideon Rachman, el comentarista-jefe de política internacional de Financial Times. El asunto de este año es laGlobalización 4.0: Configuración de una arquitectura global en la era de la Cuarta Revolución Industrial”. Pero lo que en realidad parece ocupar las charlas de los asistentes es la ralentización del crecimiento y la guerra comercial desatada por Estados Unidos, entre otros asuntos de actualidad. Preguntamos a los expertos de qué se está hablando realmente en la reunión anual del Foro Económico Mundial. El primero al que consultamos, por cierto, nunca ha estado por allí, pero su respuesta merece la pena.

 

Mark Blyth | Catedrático de Economía Política en Brown University. @MKBlyth

¿Davos? ¿Estás de coña? ¿Qué demonios sé yo sobre Davos?

Nunca he ido, nunca me han invitado. Ahí es donde gente muy seria se junta para discutir sobre cómo no hacer nada sobre desigualdad. Es todo lo que sé.

 

Enrique Feás | Técnico Comercial y Economista del Estado y coeditor del Blog NewDeal. @EnriqueFeas

De personas, más que de cosas. El Foro Económico de Davos de 2019 es un fiel reflejo de que los riesgos para la economía mundial están hoy más vinculados al comportamiento errático de ciertas personalidades políticas (algunas ausentes este año) que a las variables económicas fundamentales. Se hablará de Donald Trump, su absurda guerra comercial y su rechazo al sistema multilateral; de la deriva autoritaria de Xi Jinping y cómo influirá a la hora de gestionar la desaceleración de la economía china, momento en el que el nacionalismo y el mar del Sur de China podrían ser útiles herramientas de distracción; de Vladímir Putin y su ambición expansionista; de Theresa May y de la incompetencia de la clase política británica liderando a un país hacia el suicidio económico que es un Brexit sin acuerdo; de qué pasará si Emmanuel Macron gestiona mal la crisis de los chalecos amarillos y no consigue evitar su declive, y con él el de la Francia europeísta; de quién vendrá después de Angela Merkel en Alemania, o de Jean-Claude Juncker en Europa; o de cuánto tardará Jair Bolsonaro en echarse en brazos del populismo económico.

Y no se hablará tanto –aunque aparezca en la agenda oficial– de lo que urge: de la cuarta revolución tecnológica y sus efectos sobre el empleo; de cómo afrontar una nueva recesión mundial con políticas fiscales asfixiadas por la deuda; de cómo hacer frente al cambio climático, al envejecimiento de la población europea o a los riesgos de ciberseguridad para la democracia. O de cómo reformar un orden económico internacional sin derribarlo en el intento.

 

Manuel Muñiz | Decano de la IE School of Global and Public Affairs. Rafael del Pino Professor of Practice of Global Transformation. @manuelmunizv

En Davos se habla estos días de la ralentización económica global y de las tensiones comerciales entre China y EEUU. En todo caso, de lo que realmente se esta hablando es de geopolítica y del hecho de que esta se ha convertido en el factor determinante de la realidad económica. Esto es trascendental porque marca la vuelta de lo público y de lo doméstico al debate internacional. Durante años se pensó que la globalización y la interdependencia económica desbordaban a los Estados. Durante los últimos años, sin embargo, se ha producido la vuelta de la política doméstica a la centralidad de la vida internacional y, con ello, al debate económico global.

La preocupación generalizada sobre el estado del comercio internacional no es otra cosa que el miedo a la balcanización del orden global. Al ascenso del populismo y a su deseo de construir muros y reducir la interdependencia económica, política y cultural. Las esperanza de muchos de los que seguimos este debate es que se reduzca el énfasis en las consecuencias de este proceso y se estudien en mayor detalle sus orígenes. ¿Por qué los ciudadanos estadounidenses, británicos o italianos han decidido cuestionar de forma tan marcada la globalización? La respuesta a esta pregunta debería ser el primer paso a la hora de construir soluciones.

 

Federico Steinberg | Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador del Real Instituto Elcano. @Steinbergf

El Foro Económico Mundial se vuelve a reunir en Davos. Su agenda “pública”, la que se podrá seguir por Internet y sobre la que se harán un sinfín de crónicas, se centrará en las transformaciones digitales y su impacto en la economía, la sociedad y los negocios. Aunque se trata de un asunto de enorme importancia, lo que en realidad preocupa más a sus participantes y, por tanto, de lo que seguramente más se hablará en los pasillos, será del riesgo de desglobalización asociado al auge del iliberalismo. Davos simboliza desde hace años el poder de la élite global cosmopolita, firme defensora de una globalización con pocos frenos (sobre todo en el área financiera), y cada vez más asustada por el auge de los movimientos antisistema que proponen poner trabas al comercio y a los movimientos de capital (también proponen cerrar las fronteras a la inmigración, pero eso les preocupa algo menos).

Desde la atalaya de Davos, los más pragmáticos intentarán lanzar mensajes para domesticar la globalización. Creen que repartir un poco mejor sus enormes ganancias es la única forma de hacerla sostenible, y probablemente tengan razón (otro debate es cómo hacerlo). También se escuchará a quienes defienden que “el mundo va bien” (y por tanto no hay que hacer cambios); y tienen razón con los datos en la mano, pero su discurso se está agotando, sobre todo en los países ricos. Por último, estarán los que llegarán con el nuevo libro de Richard Baldwin (The Globotics Upheaval) bajo el brazo convencidos de que las nuevas tecnologías hacen a la globalización irreversible y que, por lo tanto, ni hay que preocuparse ni se puede hacer demasiado.

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