El año 2025 se caracteriza por la incertidumbre. La guerra sigue abierta en Europa transcurridos más de tres años desde la invasión de Ucrania. A ello se suma la imprevisibilidad que la Administración Trump ha introducido en las cuestiones geopolíticas. La Unión Europea se encuentra en una encrucijada y debe decidir la forma en la que desea continuar con el proyecto político que ha propiciado décadas de paz, estabilidad, progreso económico y bienestar social a sus miembros.
Cuando en noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín, se abrió un nuevo escenario estratégico. Hasta ese instante, la arquitectura de seguridad europea se basaba en la fortaleza y la determinación del vínculo transatlántico, materializado por la OTAN, para hacer frente a una posible agresión de las fuerzas del Pacto de Varsovia. El colapso de la URSS en 1991 cambió el panorama geopolítico y de una época de confrontación Este-Oeste se pasó a una de colaboración, lo que provocó que en el continente europeo se redujeran progresivamente los gastos en defensa, confiando su seguridad cada vez en mayor medida a Estados Unidos.
Las fuerzas armadas de los países europeos iniciaron entonces una significativa transformación, a medida que se diluía la amenaza que podía surgir desde Rusia o el espacio post soviético. En pocos años se pasaba de un escenario que preveía como más probable un conflicto de alta intensidad contra un enemigo con superioridad de armamento convencional y en el que para equilibrar la situación debían de entrar en juego las armas nucleares, a otro en el que había desaparecido la amenaza principal y la mayor preocupación era hacer frente a la gestión de crisis cercanas que pudieran aparecer. La guerra en la antigua Yugoslavia marcó la década de los noventa y los ejércitos de la mayoría de las naciones europeas aparcaron…

Marzo/abril 2022 - Digital
#ISPE: Alepo, Mosul, Hodeida…
Cambio de paradigma en los ejércitos europeos