POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 123

China y los Juegos

Editorial
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El debate abierto agriamente sobre China y los Juegos Olímpicos acaba de retumbar en Francia: Carrefour, segundo distribuidor del mundo, es blanco de las iras chinas, en Pekín y en Shenzhen, en París y Lyon, por la financiación (del todo inexistente, al parecer) al Dalai Lama. Faltan tres meses para que la antorcha se encienda en Pekín. Un movimiento de origen diverso se extiende en estos días para convertir los Juegos en una macro-protesta contra las autoridades de la República Popular por las violaciones de los derechos de los tibetanos. Es notable, las protestas no proceden del régimen chino sino de millones de estudiantes, profesionales, comerciantes, casi todos espontáneos, en protesta contra la protesta, indignados contra la presión exterior. Los Juegos Olímpicos son una ocasión única para mostrar el cambio de la sociedad china. No pueden servir de pretexto al activismo. “Ahora vienen ustedes a decirnos que somos un país de represores y de canallas: no lo vamos a consentir”.

China se anexionó Tíbet en un largo proceso durante los años cincuenta del siglo XX; decidió y decide sobre el régimen policial de Birmania, insostenible sin el apoyo de Pekín; y conduce, por vías superpuestas, las rebeliones de Darfur, Sudán y Chad, al este del Sahel.

Desde comienzos de 2008, movimientos en defensa de los derechos humanos alemanes, norteamericanos, brasileños, franceses, británicos, japoneses, canadienses, surafricanos, indios reclaman el boicoteo de los Juegos, único procedimiento, dicen, de protestar contra China. La protesta puede justificarse en principio: pero a medida que avanza, el movimiento anti- juegos resulta más y más confuso. La reacción de los chinos ha sido sorprendente: en defensa de su país, no de su gobierno, contra la confusión de conceptos que se cruzan y entrecruzan en el griterío universal, éste sí, manipulado por el gobierno de la República Popular….

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