Las elecciones generales en Pakistán previstas para enero de 2024 vuelven a poner el foco de atención en este país del sur de Asia. Una multiplicidad de crisis confluye en esta potencia nuclear acostumbrada a las convulsiones políticas. Tradicionalmente caracterizado por estar al borde del abismo, los análisis llevan augurando la entrada de Pakistán en el club de los Estados fallidos desde hace décadas. Sin embargo, sigue resistiendo.
Los ámbitos de las crisis abarcan especialmente la política, la economía y la seguridad. Son, no obstante, problemas ligados entre sí, imposibles de resolver por separado. Igualmente, la mala gestión de las instituciones hace recaer el mayor peso del fracaso de sus élites sobre una población muy castigada. En concreto, las crisis energética y climática son las que más inciden en la población.
Esta inestabilidad no solo hace que las diversas legislaturas, que se vienen encadenando ya con periodicidad desde 2008, sean arduas. La convocatoria electoral (en la que se simultanea la elección a la Asamblea Nacional y a las respectivas Asambleas Provinciales del Punyab, Sind, Baluchistán y Jaiber-Pajtunjua) agrava la fragilidad de un sistema en crisis perpetua y exacerba la competitividad entre los actores de la política de Pakistán: los partidos políticos y el estamento militar.
¿Elecciones? El sistema híbrido civil-militar
La magnitud del esfuerzo electoral es encomiable. Para una población de casi 243 millones de personas, se estima que los votantes registrados para las próximas elecciones superen los 120 millones. La primera semana de agosto, el Consejo de Intereses Común aprobó el censo de población recientemente realizado. La Constitución estipula que la Comisión Electoral de Pakistán tiene que realizar a continuación una delimitación de los distritos electorales, pero también, que las elecciones se tienen que convocar a los 90 días de la disolución de las cámaras. Esta labor retrasará…