POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 168

De Izquierda a derecha, el embajador de Estados Unidos en España, John Lodge, el secretario de Estado, Christian Herter, Eisenhower, Castiella y el embajador de España en EEUU, José María Areilza (Londres, 8 de agosto de 1959). EFE

Fernando Castiella y el tiempo que le tocó vivir

Como embajador y ministro en la España de Franco, la actuación internacional de Castiella muestra hoy con mayor perspectiva un pensamiento realista coherente con su tiempo. La resistencia del régimen resultó insuperable en la descolonización de Guinea y el Sahara.
Marcelino Oreja
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Conocí a Fernando María Castiella y Maíz el día de mi ingreso en la carrera diplomática, junio de 1960, una vez concluidos los dos años de Escuela Diplomática y de lectura de mi tesis doctoral en la Universidad Complutense. Acababa de quedar vacante un puesto en el gabinete del ministro y al recibir el despacho de secretario de embajada me preguntó si quería formar parte de su gabinete. Imaginarán mi sorpresa y mi alegría. Desde aquel día hasta su muerte colaboré estrechamente con él, en el ministerio durante 10 años, más tarde en la cátedra de la facultad de Derecho, donde explicaba Práctica Española de Derecho Internacional y, por fin, tanto en mi etapa de subsecretario como de ministro, siempre acudí a él, a inspirarme en su consejo y amistad.

Me resulta difícil sintetizar hoy algunas de sus enseñanzas recibidas. Pero antes de evocar una parte de su recorrido profesional y político, quiero recordar aquí algunas de las ideas recogidas en libretas de apuntes que busco y encuentro ahora, después de tanto tiempo. Una lección que no olvidaré fue su visión de la política exterior o mejor, de la política en general, que para él requería un esfuerzo sostenido, un análisis profundo y sereno de cada problema, un espíritu animoso ante todo riesgo de desfallecimiento.

¡Cuántas veces le escuché que los españoles debíamos abandonar para siempre nuestro hábito de improvisar! Y debíamos abandonar también nuestra costumbre de tomar decisiones movidos por impulsos de emoción, por simpatías o antipatías, por consideraciones superficiales y reflexiones de diletantes. Los problemas internacionales debían ser estudiados reconociendo en ellos todo lo que puede no gustarnos en vez de apartarlos de nuestra observación por ingratos. Culpar a otro de nuestros males era una manera de esquivar la realidad.

Para Castiella, la política, además de ser un…

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