Las señales de alarma ante lo que pueda ocurrir en el Este de Europa cuando, bien por un alto el fuego prolongado, bien por unos acuerdos de paz, queden liberadas las poderosas fuerzas rusas curtidas en tres años de guerra contra Ucrania, se están multiplicando.
La propia Rusia está aportando combustible a esa preocupación, tal vez de manera deliberada para intimidar a los ciudadanos y los gobiernos occidentales, tal vez simplemente como expresión de lo que Vladímir Putin, su gobierno y altos cargos de la Federación de Rusia, tienen en mente.
El reciente nombramiento como Jefe de Estado Mayor del Ejército ruso del coronel general Andrey Mordvichev, famoso por el implacable asedio a Mariúpol y a la factoría Azovstal, ha hecho recordar una entrevista suya de julio de 2023 en la que, contestando a una pregunta sobre Europa –a quien cínicamente calificaba de “instigadora” de esa guerra– declaraba con naturalidad que Ucrania no era sino el primer paso del camino que Rusia ha de recorrer, lo que no exigiría un gran esfuerzo para pensar en cuáles serían los siguientes.
Más recientemente, y desde el lado contrario, el teniente general Jürgen-Joachim von Sandrat, que estuvo hasta hace poco al mando del Cuerpo de Ejército Multinacional Nordeste, desplegado por la OTAN en los Países Bálticos y Polonia, en una entrevista para Deutsche Welle, manifestaba su preocupación por los numerosos indicios que apuntaban a las mismas intenciones rusas que Mordvichev y sus superiores parecían albergar.
La amenaza
Por ello cabe pensar que unas fuerzas europeas encuadradas para asegurar el cumplimiento de un hipotético acuerdo de paz podrían encontrarse ante la mucho más exigente misión de tener que resistir unas fuerzas rusas potentes, bien organizadas, fogueadas, y con respaldo nuclear. Se percibe el claro propósito de Putin de ejercer presión…

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