No es ninguna novedad que gracias al impacto del desarrollo de la tecnología y las comunicaciones, el mundo es cada vez “más pequeño”. Las fronteras ideológicas y políticas, que durante tanto tiempo separaban el Oeste del Este, han desaparecido. Los contactos entre países, naciones e individuos proliferan rebasando las fronteras geográficas. Estos contactos unen las partes del mundo antes separadas y hacen posible una cooperación más estrecha en todas las esferas de la vida. Al analizar ese proceso, los científicos y los políticos consideran que la onda de globalización en el siglo venidero unirá a todo el mundo.
En nuestro continente el proceso de integración ha sorprendido al mundo adelantando décadas. El desarrollo de la integración europea ha alcanzado una dinámica sin precedentes y se ha convertido en un ejemplo histórico a seguir en el área de la cooperación multirregional y multinacional. No es de extrañar que los países del nordeste de Europa hayan elegido por unanimidad como meta su plena integración en la Unión Europea (UE) y hayan conseguido notables resultados en su acercamiento. Ese proceso de integración que había excluido durante largo tiempo a los países del noreste europeo, ya se ha convertido en imperativo para todo el continente. Ese proceso acerca a las naciones que comparten no sólo un espacio geográfico, sino una identidad europea, la herencia de la cultura cristiana y unas metas comunes.
En este proceso se encuentra también Letonia. Es un Estado relativamente pequeño, de unos 64.000 kilómetros cuadrados y dos millones y medio de habitantes. Los vecinos de Letonia son diversos –por el norte, Estonia, al sur, Lituania, además de Rusia y Bielorrusia. Gracias a sus costas sobre el mar Báltico, también se puede contar entre sus vecinos a algunas naciones con las cuales tiene establecidas antiguas relaciones –Suecia, Dinamarca, Finlandia, Alemania y…