POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 223

Tras su toma de posesión para un segundo mandato, el presidente Donald Trump firma sus primeras órdenes ejecutivas en el despacho oval de la Casa Blanca. (Washington, DC, 20 de enero de 2025). GETTY

Seis Claves para entenderse con Donald Trump

Guía para tratar con un presidente que no tiene paciencia para los detalles, fascinado por el poder y que ejerce el poder como un promotor inmobiliario obsesionado por los negocios.
Pedro Rodríguez
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La hipérbole sincera. En las páginas de lo que pasa por ser su manifiesto fundacional –The Art of the Deal (1987)–, Trump avanzó el concepto de “hipérbole sincera”. Toda una engañosa contradicción en términos ya que se puede ser hiperbólico o se puede ser sincero, pero difícilmente es posible combinar de forma simultánea el ditirambo y la candidez. Según explicaba Trump en el bestseller escrito con ayuda del periodista Tony Schwartz: “La clave final de lo que promociono es bravuconería. Juego con las fantasías de la gente. La gente quizá no piensa a lo grande por sí misma pero se emociona con quienes lo hacen. Yo lo llamo hipérbole sincera”.

– El peregrinaje a Mar-a-Lago. No hay mejor alternativa para mantenerse en el lado bueno de Trump que rendirle pleitesía en persona. Según la recomendación de Gordon Sondland, ex embajador de la Administración Trump: “Hay que montarse en un avión, ir a Mar-a-Lago. No traer equipo de asesores. Sentarse con el presidente Trump y empezar a hablar sobre cosas que se pueden hacer hoy o mañana, no en el plazo de veinte años”.

– El ladrillo. En sus raros momentos de sinceridad, Trump se define esencial- mente como un promotor inmobiliario. Una querencia por el ladrillo que abarca desde el muro en la frontera de México a multiplicar la seguridad nacional de Esta- dos Unidos con una masiva recalificación de terrenos en Groenlandia, Canadá o Panamá. Un aspecto clave de esta mentalidad de negociante inmobiliario es que los competidores de hoy pueden ser los socios de mañana.

– Piel muy fina. Mucho cuidado con ofender a Donald Trump o pasarse con las críticas. Acostumbrado a rodearse de personas que le consideran un genio (o el puto amo), el nuevo presidente no tolera las humillaciones o las descalificaciones, sobre todo en su entorno. Todos los presidentes exigen lealtad pero Trump va más allá y espera obediencia y fidelidad absoluta.

“Ubi est mea”. La cuestión más importante en la mentalidad transaccional de Trump es: ¿Dónde está lo mío? Hay un par de percepciones erróneas con el nuevo presidente. La primera es pensar que es diferente en campaña y en el despacho oval. Y la segunda, que basta con hacerle la pelota. Por eso, cualquier decisión política de Trump conlleva un cálculo de coste-beneficio. Hasta Zelenski ha empezado a argumentar que respaldar la defensa de Ucrania frente a Rusia interesa económicamente a Estados Unidos.

– Aquiescencia por aburrimiento. Trump no es famoso por su capacidad de prestar atención. Ante su impulsividad, no es una buena idea intentar largas discusiones cargadas de elaborados argumentos para hacerle cambiar de opinión. El presidente Macron lo sabe muy bien. Después de invertir una hora y media en abril de 2018 para persuadirle de que no renegase del tratado nuclear con Irán, un aburrido Trump pareció darle la razón. Un mes después, el líder americano denunciaba el acuerdo iraní.