POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 165

El primer ministro británico David Cameron durante una cumbre de la Unión Europea en Bruselas en 2015. REUTERS

#PolExt165: El largo adiós de Reino Unido

Lo que durante años fue un lamento permanente en Bruselas se ha convertido en aceptación: Reino Unido no está comprometido con el núcleo del proyecto europeo. O tiene otra idea sobre lo que debe ser ese núcleo: más comercio y apertura financiera; menos integración política y responsabilidades compartidas.
Editorial
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Lo que durante años fue un lamento permanente en Bruselas se ha convertido en aceptación: Reino Unido no está comprometido con el núcleo del proyecto europeo. O tiene otra idea sobre lo que debe ser ese núcleo: más comercio y apertura financiera; menos integración política y responsabilidades compartidas. En el fondo del recelo –para algunos desafección– está el temor a la pérdida de poder británico, un poder que, según el académico Walter Russell Mead, hoy ya solo reside en la City de Londres.

Desde la entrada en 1973 en las Comunidades Europeas, Reino Unido no ha hecho más que marcar distancia y mostrar su ambigua visión sobre el futuro de la hoy Unión Europea. Esto ha sido así tanto con gobiernos conservadores –Margaret Thatcher era una euroescéptica confesa y practicante– como laboristas –pese al entusiasmado europeísmo inicial de Tony Blair–. Pero ha sido David Cameron el agitador de la relación con Bruselas, hasta el punto de prometer  un referéndum en 2017 sobre la permanencia en la UE de ganar las elecciones de 2015.

Se celebre o no el referéndum, Cameron ya creó un grupo de trabajo para revisar todas y cada una de las competencias que Reino Unido tiene transferidas (total o parcialmente) a la UE. El objetivo es plantear un proceso de “devolución”; es decir, una renegociación de las condiciones de pertenencia para uno de los miembros. Si el Tratado de la Unión contempla las vías de salida de un país, no recoge nada semejante a una devolución. Claro que para eso está la política: para hacer posible lo que en un principio no lo es. Quizá el referéndum sea un alivio para todos, independientemente del resultado. Los europeos se muestran firmes en que no se ofrecerá una Europa a la carta, algo que, en cualquier caso, ya tiene Londres con sus opt-outs sobre varias políticas.

En los años de la crisis del euro, las objeciones británicas han colmado la paciencia del resto de miembros de la Unión, que dan por descontada su negativa a cualquier paso que conduzca a más integración. El gobierno de Cameron hizo todo lo posible por vetar el pacto fiscal, no apoyó a Jean-Claude Juncker para presidir la Comisión Europea, se opuso a la creación de eurobonos y ha marcado una línea infranqueable respecto a la política migratoria. No ha sido desde luego el único en torpedear las soluciones que implicaban más unión política, pese a que este ha sido justamente el resultado de la gestión de la crisis del euro: más integración y, en paralelo, más descontento ciudadano con la forma en que se gobierna la UE.

Recordar que la salida de Reino Unido de la Unión (el denominado Brexit) dañaría la integridad y credibilidad de la UE es innecesario. Londres y Bruselas serían menos el uno sin el otro. Reino Unido supone el 16 por cien del PIB europeo y es la gran potencia militar del continente con Francia. Hay que añadir, no obstante, los recortes en el gasto de defensa británico, y los fracasos de su política exterior en Afganistán y en Oriente Próximo cuestionan su papel como estabilizador global. Su casi ausencia en la gestión europea de la crisis entre Ucrania y Rusia es el último ejemplo de esta “retirada” de los asuntos europeos y globales.

¿Por qué dedica Política Exterior una parte importante de este número a un país que parece buscar su aislamiento y dar la espalda a Europa? El componente europeo de las elecciones de 2015 es más relevante fuera de Reino Unido que dentro. Si las consecuencias para la UE serán inevitables –habrá cambios en el vínculo con Bruselas– igualmente inevitables serán los efectos sobre el propio sistema político británico.

Como en otros países europeos, y de forma particular en España, el bipartidismo y los gobiernos de mayorías más o menos estables se han terminado. Viene un tiempo de gobiernos en minoría o coalición. Lo que pase en Reino Unido se seguirá con mucha atención en España, y no solo por el “efecto Escocia”, sino por la transformación de los partidos y la división del voto.

La política interna y la evolución económica y exterior de Reino Unido, desde el gobierno de Tony Blair, en 1997, hasta la coalición conservadora de Cameron y Nick Clegg, en 2010, está analizada por Carlos Carni­cero Urabayen, buen conocedor de la política británica y del encaje europeo. Claudi Pérez presenta con agudeza el debate sobre el Brexit desde Bruselas. Ronen Palan repasa la historia de la City y el proceso por el que se ha convertido en el mayor centro financiero global. Precisamente en la City está la respuesta a muchos de los dilemas británicos sobre su poder.