Gracias al proyecto “Huertos en Línea”, un vertedero de dos hectáreas se ha convertido en producción agroecológica en la zona de Villa María del Triunfo. (Perú, mayo de 2022). GETTY

Capital de impacto, motor para el desarrollo sostenible

La inversión de impacto moviliza capital para transformar comunidades vulnerables y avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible porque combina rentabilidad con compromiso, innovación con impacto y capital con colaboración.
Mercedes Valcárcel Dueñas y María Molina Martín
 |  25 de junio de 2025

Durante décadas, la financiación del desarrollo ha estado estrechamente ligada a la cooperación internacional y, en particular, a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD). Esta ha sido una herramienta clave para canalizar recursos hacia los países más vulnerables y para contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). No obstante, la creciente complejidad de los desafíos globales –desde el cambio climático hasta las desigualdades estructurales– ha puesto de manifiesto la necesidad de complementar y evolucionar este modelo, incorporando nuevos enfoques y actores a la arquitectura financiera internacional.

El contexto internacional está marcado por tensiones geopolíticas, una arquitectura multilateral en transformación y un endeudamiento creciente a nivel global que limita la capacidad de muchos países para financiar inversiones en sectores esenciales para el desarrollo sostenible como salud, educación o adaptación al cambio climático (el FMI prevé que la deuda pública mundial supere los 100 billones de dólares en 2024, aproximadamente el 93% del PIB global).

En su artículo Can we avoid a lost decade of development? (Brookings Institution, 2020), Kevin Watkins, director de informes clave en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y UNESCO, advertía sobre el riesgo de una “década perdida” para el desarrollo si no se movilizan recursos de manera efectiva hacia las poblaciones más vulnerables. Estas perspectivas refuerzan la necesidad de integrar enfoques innovadores, como la inversión de impacto, en el nuevo marco de financiación para el desarrollo.

En este escenario, la inversión de impacto emerge como una palanca estratégica, capaz de movilizar capital privado hacia objetivos públicos de desarrollo, combinando rentabilidad financiera con impacto social y medioambiental positivo.

 

Una evolución necesaria

La AOD comparte con la inversión de impacto un objetivo clave que las convierte en una herramienta esencial: atender y aportar soluciones en contextos donde existen fallos de mercado.

Hasta ahora los compromisos de ayuda, aunque significativos, no alcanzan para cubrir las enormes brechas de financiación necesarias para cumplir con la Agenda 2030 y los acuerdos climáticos internacionales. La solución no pasa por sustituir la cooperación tradicional, sino por potenciarla mediante una evolución que incorpore nuevas formas de capital y colaboración. La inversión de impacto representa precisamente esa evolución: un modelo en el que actores públicos, privados y filantrópicos trabajan de forma coordinada para maximizar el impacto del capital movilizado.

En palabras de los investigadores y profesores Carlos Ballesteros y Bárbara Calderón, de la Cátedra de Impacto Social de ICADE, se requiere una implicación activa del conjunto de la economía, un enfoque whole-of-economy, para afrontar los retos del desarrollo con eficacia (finir las soluciones. Propuestas para la posición española en la agenda de financiación del Desarrollo, Elcano Policy Paper, 2025).

 

El diferencial del capital de impacto

La inversión de impacto se diferencia de otros modelos de financiación por su intencionalidad explícita y su adicionalidad: busca generar, junto al retorno financiero, un impacto positivo medible en las personas y el planeta. No se limita a evitar daños (como podría hacerlo una inversión responsable o sostenible), ni se basa únicamente en buenas prácticas corporativas. Exige, como punto de partida, una contribución positiva y demostrable (medición, como tercera característica diferencial) allí donde no existen atención o recursos suficientes.

Este tipo de inversión ofrece, además, una flexibilidad y una capacidad de innovación que pueden complementar eficazmente las limitaciones del capital público. Su lógica permite asumir riesgos que la financiación tradicional no puede contemplar y facilita el diseño de vehículos híbridos –como fondos mixtos o instrumentos de blended finance– que combinan recursos públicos y privados para catalizar proyectos con fuerte impacto en comunidades vulnerables.

En este marco, integrar la inversión de impacto en la estrategia de cooperación internacional no es solo coherente, sino necesario. España cuenta ya con un ecosistema emergente en este ámbito, articulado a través de SpainNAB, que reúne a entidades públicas, privadas y sociales comprometidas con esta forma de inversión. Consolidar este modelo requiere de una visión política decidida y de políticas públicas que impulsen su escala: desde incentivos fiscales hasta marcos regulatorios que reconozcan y valoren el impacto como criterio de inversión.

 

Actores españoles, experiencias reales

España cuenta con un ecosistema de inversión de impacto en crecimiento, con ejemplos concretos liderados por actores españoles que ya están generando resultados en otras latitudes. Estas experiencias movilizan capital hacia proyectos que generan empleo, fortalecen la inclusión financiera, apoyan negocios sociales o soluciones medioambientales (de mitigación y, sobre todo, adaptación climáticas) y mejoran el acceso a servicios básicos, especialmente en comunidades vulnerables tanto en España como en países de África, América Latina y Asia, demostrando que la inversión de impacto no es una teoría abstracta, sino una práctica tangible con capacidad de transformar comunidades y sectores económicos en España y más allá.

A continuación, destacamos algunos ejemplos con amplia trayectoria e innovación en estrategias de inversión de impacto sobre el terreno y que conforman una buena representación del ecosistema de SpainNAB:

  • Fundación “la Caixa”, a través de su programa Work4Progress, tiene como objetivo crear empleo de calidad y apoyar negocios inclusivos en India, Perú, Mozambique y Colombia, con el fin de acelerar negocios inclusivos con especial foco en mujeres y jóvenes de comunidades rurales, promoviendo plataformas de innovación que conectan actores y acciones de forma más eficiente, y con un enfoque en los resultados y la sostenibilidad a medio y largo plazo. Su estrategia de inversión tiene por objetivo acelerar su cartera de empresas incubadas por W4P, proporcionando un capital catalizador que incentiva a las entidades financieras locales a crear vehículos financieros más innovadores e inclusivos.
  • Global Social Impact Investment (GSI) es un miembro muy activo en el ecosistema de inversión de impacto y en la promoción de la colaboración público-privada para movilizar capital hacia mercados Actualmente gestiona más de 120 millones de euros a través de dos fondos: uno en España y otro en África subsahariana, donde este último ya muestra sólidos resultados financieros y de impacto. Partiendo de esta trayectoria positiva ha comenzado a identificar oportunidades en el sudeste asiático y América Latina con el objetivo de consolidar su presencia en regiones clave para el desarrollo.
  • GAWA Capital, pioneros en inversión de impacto en España hacia países emergentes, gestiona fondos como Huruma o Kuali, que combinan retorno financiero con fortalecimiento de la inclusión financiera y la resiliencia climática. Con más de 204 millones de euros movilizados hacia el Sur Global, GAWA se ha consolidado como un actor clave en la canalización de capital hacia soluciones transformadoras que proporcionan crecimiento socioeconómico en países en vías de desarrollo, a la vez que ofrece un rendimiento financiero a los inversores.
  • Impact Bridge, con más de 400 millones de euros bajo gestión, ha ampliado su cartera desde la deuda privada global hacia sectores estratégicos como el agroalimentario español, priorizando compañías que abordan retos sociales y ambientales desde el corazón del tejido productivo e incorporando una gran variedad de inversores, tanto públicos (Fondo Europeo de Inversiones, CDTI, Cofides, ICO) como privados.

 

Multiplicar la eficacia del capital público

Una de las grandes ventajas del capital de impacto es su capacidad para apalancar recursos. El uso estratégico de fondos públicos, por ejemplo, como capital de primera pérdida o garantía parcial, puede atraer inversión privada hacia sectores de alto impacto social que normalmente quedarían fuera del radar financiero. Esta lógica no solo aumenta el volumen de financiación disponible, sino que mejora su alineación con las prioridades del desarrollo.

De este modo, los principales actores de financiación pública nacional – como la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), COFIDES, el Instituto de Crédito Oficial (ICO) o el Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI)– tienen un papel clave como catalizadores institucionales para escalar la inversión de impacto. No solo ya participando como coinversores en fondos especializados, sino que pueden desempeñar un rol estratégico en la estructuración de vehículos financieros híbridos, en la reducción del riesgo para el capital privado y en la integración del impacto como criterio en sus propias carteras. Su implicación activa es fundamental para consolidar un ecosistema nacional robusto y alineado con los objetivos del desarrollo sostenible y donde cuentan ya con experiencias de éxito, como los ya mencionados fondos Huruma o Kuali.

Asimismo, la inversión de impacto incorpora desde el inicio sistemas de medición y gestión del impacto rigurosos, que permiten entender qué funciona, qué no y por qué. Esta cultura del dato y del aprendizaje constante contribuye a una toma de decisiones más informada, transparente y eficaz.

Pero, para que la inversión de impacto forme parte estructural del sistema de financiación para el desarrollo, no basta con movilizar capital: también es necesario fortalecer su gobernanza. Esto implica definir con claridad quién decide qué se considera impacto, cómo se mide y quién rinde cuentas por los resultados. La gobernanza del impacto debe ser transparente, participativa y orientada a la rendición de cuentas. Incluir a actores locales, a la sociedad civil y a las comunidades destinatarias en la definición de prioridades y evaluación de resultados no solo mejora la eficacia, sino también la legitimidad democrática de estas inversiones. El riesgo de que la inversión de impacto se convierta en una etiqueta superficial o en un espacio dominado únicamente por lógicas financieras está presente.

Por ello, avanzar en la construcción de una arquitectura institucional sólida –con criterios éticos, mecanismos de supervisión y estándares de calidad– es tan importante como atraer nuevos fondos. La inversión de impacto tiene el potencial de democratizar el acceso al capital, pero solo lo logrará si también democratiza sus procesos de decisión.

 

Inversión de impacto en la agenda internacional

El impulso al capital de impacto no solo representa una vía innovadora para financiar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, sino que también refuerza el papel de España como promotora de una diplomacia financiera inclusiva (“Financial Diplomacy” in Interdisciplinary Discourse, Dovbyshchenko y Kostiuk; 2021). Integrar esta visión en la acción exterior española –especialmente en regiones estratégicas como América Latina, África y el Mediterráneo– permitiría establecer alianzas más equitativas con actores locales, fomentar el desarrollo de mercados inclusivos y fortalecer una cooperación centrada en las personas, corresponsable y adaptada a los retos actuales. Este enfoque contribuye directamente a situar a España en el centro de la agenda internacional sobre financiación para el desarrollo, no solo como donante, sino como facilitador de soluciones compartidas.

En un contexto global marcado por el debilitamiento del multilateralismo tradicional y el retraimiento de algunos de los principales donantes internacionales, la necesidad de reformular los instrumentos de cooperación es urgente. La diplomacia financiera inclusiva, entendida como una estrategia que moviliza recursos diversos –públicos, privados y filantrópicos– hacia fines sociales y ambientales comunes, ofrece una respuesta eficaz y legítima. La inversión de impacto se alinea con esta lógica, al proporcionar vehículos financieros que permiten escalar soluciones innovadoras, asumir riesgos compartidos y generar impacto medible en comunidades vulnerables. Este tipo de capital no solo llena vacíos financieros, sino que impulsa un auténtico cambio sistémico por su propia naturaleza y forma de financiar y concebir el desarrollo.

En este momento de redefinición global es crucial que Europa mantenga e impulse su ambición en la construcción de marcos que favorezcan las inversiones sostenibles y responsables. Iniciativas como la estrategia de finanzas sostenibles de la Unión Europea, la taxonomía verde o el Plan de Acción para la Economía Social han abierto una senda valiosa, aunque actualmente enfrentan frenos, ajustes y riesgos de retroceso político. Precisamente por ello, resulta aún más necesario reivindicar su continuidad y desarrollo, tanto desde las instituciones comunitarias como desde los Estados miembros.

 

«La inversión de impacto puede contribuir a situar a España en el centro de una diplomacia financiera más inclusiva y eficaz»

 

España puede y debe posicionarse como un actor que defiende y profundiza este enfoque, alineando su política exterior con las herramientas financieras europeas orientadas al desarrollo. Apostar por una visión coherente de la inversión de impacto –que conecte las prioridades europeas con las necesidades reales de los países socios y con las capacidades del ecosistema español– permitiría reforzar la proyección internacional de la cooperación española y consolidarla como referente en el impulso de una transición global más justa y resiliente. No se trata de seguir una agenda ya cerrada, sino de contribuir activamente a construirla.

La Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, que se celebrará en Sevilla en julio de 2025, es una oportunidad inmejorable para consolidar la inversión de impacto como pilar estructural de esta nueva visión. España, como país anfitrión, puede liderar el impulso de políticas que integren este enfoque en la agenda internacional, promoviendo marcos regulatorios que reconozcan el impacto como criterio de inversión, el diseño de instrumentos financieros híbridos y la articulación de alianzas multiactor. Situar el impacto en el centro de las estrategias financieras internacionales no solo es una decisión pragmática, sino también política: fortalece la legitimidad de la cooperación y amplía su capacidad de transformación real.

Avanzar hacia esa diplomacia financiera inclusiva implica reconocer que el desarrollo sostenible no puede depender exclusivamente de la ayuda tradicional ni de intervenciones puntuales. Requiere una transformación profunda de las reglas, los incentivos y los actores implicados. Un verdadero cambio sistémico que reoriente no solo los flujos financieros, sino también la lógica que los sustenta. La inversión de impacto, al combinar rentabilidad con impacto medible, permite articular esta transición con eficiencia, corresponsabilidad y visión de futuro. España tiene la oportunidad de posicionarse como referente en esta transformación, apostando por una cooperación que no se limita a transferir recursos, sino que moviliza capacidades, innovación y alianzas sostenibles para responder a los desafíos globales.

 

Conclusión: impulso de alianzas transformadoras

La inversión de impacto no es una pieza accesoria, sino que debe entenderse como un componente esencial del nuevo paradigma de financiación para el desarrollo. En un contexto global de crecientes restricciones fiscales, fragmentación geopolítica y urgencias sociales y climáticas, se impone la necesidad de pensar y actuar de manera diferente. No se trata solo de movilizar más recursos, sino de movilizarlos mejor: con propósito, con resultados medibles y con corresponsabilidad compartida entre actores públicos, privados y sociales. En este marco resulta imprescindible abandonar progresivamente la noción de “ayuda” como transferencia unidireccional, y sustituirla por la lógica de las alianzas transformadoras. Esta evolución conceptual y práctica no solo permite incorporar a nuevos actores –especialmente inversores y financiadores privados–, sino que redefine las reglas del juego: desde el paternalismo y la dependencia, hacia la co-creación de soluciones sostenibles, eficientes y legítimas. La inversión de impacto encarna esta transición, al combinar rentabilidad con compromiso, innovación con impacto, capital con colaboración.

España tiene ante sí una oportunidad histórica para liderar este cambio. La Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo puede y debe ser un punto de inflexión para consolidar la inversión de impacto en el centro de la agenda internacional. Promover una diplomacia financiera inclusiva, articular marcos normativos que reconozcan el impacto como valor, y fortalecer alianzas público-privadas orientadas a resultados son pasos concretos para posicionar al país como referente de una cooperación moderna y transformadora.

El desarrollo sostenible no puede depender únicamente de los presupuestos públicos ni de la buena voluntad de los donantes tradicionales. Requiere un enfoque de cambio sistémico que movilice toda la capacidad de inversión disponible al servicio de las personas y el planeta. Apostar por la inversión de impacto es, en ese sentido, una apuesta por una cooperación más justa, eficaz y preparada para los desafíos del presente y del futuro.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *