Centroamérica: la 'mano dura' triunfa en Guatemala

 |  21 de noviembre de 2011

 

Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: Guatemala. Nº 770. 21 noviembre 2011.

El éxito del exgeneral Otto Pérez Molina en la segunda ronda de la elecciones de Guatemala, con el 53% de los votos, marca un hecho inédito en el país centroamericano: es la primera vez desde la restauración de la democracia en 1986 que un exoficial militar alcanza la presidencia, lo que implica una rehabilitación de los militares tras una sangrienta guerra civil que causó 200.000 muertos y un respaldo a sus propuestas de “mano dura” contra la criminalidad, la preocupación número uno de los votantes.

Guatemala tiene una de las tasas de homicidios más altas de la región (41 por 100.000 habitantes). En los últimos años, el desplazamiento de bandas de narcotraficantes mexicanos al país, verdaderos ejércitos privados como Los Zetas, está amenazando con convertir Guatemala en un Estado fallido por la pérdida progresiva de su control territorial de amplias zonas rurales.

La perspectiva de un gobierno militarizado es inquietante dados los antecedentes de Pérez Molina como exjefe de inteligencia militar durante los periodos más cruentos de la guerra civil. Pero el horror de la violencia cotidiana y la creciente coacción de las bandas del narcotráfico se han impuesto a cualquier consideración. En el propio México, un 71% de los encuestados quiere que el ejército mantenga su ofensiva contra las bandas.

Los cadáveres que llegan a las morgues guatemaltecas llegan tiroteados o acuchillados de manera salvaje. En los últimos 15 años de paz, Guatemala ha adquirido una indeleble atmósfera bélica. El candidato derrotado, el empresario populista Manuel Baldizón (46% de los votos), propuso crear una guardia nacional y recuperar la “tradición” de las ejecuciones públicas. Pero el Partido Patriota (PP) del exgeneral, con su logotipo de un puño cerrado, fue percibido como más eficaz para cumplir esa tarea. Pérez Molina es el prototipo del oficial latinoamericano marcado por los Estados de seguridad nacional que proliferaron durante la guerra fría: experiencia de combate contra guerrillas procastristas, entrenamiento en la Escuela de las Américas del Pentágono y sospechoso de violaciones de derechos humanos, aunque nunca se haya probado nada, y antecedentes golpistas por su participación en el derrocamiento del general Efraín Ríos Montt (1982-83).

Desde entonces, Pérez Molina ha hecho grandes esfuerzos para presentarse como una figura más matizada, subrayando su participación como representante de los militares durante las negociaciones de paz y los aspectos más sociales de su plan de gobierno, como la propuesta de establecer un ministerio de Desarrollo Social. Ha prometido además integrar las funciones de la policía nacional y el ejército, lo que violaría los acuerdos de paz, que limitan el papel de los militares a la defensa de la soberanía y la integridad territorial.

Como Álvaro Colom y sus predecesores, el nuevo presidente tendrá en frente un Congreso fragmentado y díscolo, con una docena de grupos políticos. El PP tendrá solo 57 de los 158 escaños. La prueba crucial para Pérez Molina será cumplir su promesa de aumentar la presión fiscal para financiar sus planes de seguridad. La recaudación tributaria del país es la más baja de Centroamérica (10,5% del PIB). Pérez Molina quiere llevarla al 14% del PIB.

 

Para más información:

Ivan Briscoe y Martín Rodríguez Pellicer, «Guatemala, la lógica del Estado mínimo». Política Exterior núm. 140, marzo-abril 2011.

Manuel Alcántara Sáez, «Centroamérica: viejo escenario en tiempos nuevos de crisis». Política Exterior núm. 131, septiembre-octubre 2009.

Michael Shifter, «Libros: Guatemala, violencia política e impunidad». Política Exterior núm. 131, septiembre-octubre 2009.

 

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