El secretario de Defensa Pete Hegseth habla sobre el aumento del presupuesto de defensa al 5 % durante una rueda de prensa conjunta con el secretario general de la OTAN, Mark Rutte en la reunión de ministros de Defensa de la OTAN celebrada el 5 de junio de 2025 en Bruselas, Bélgica. GETTY.

Defensa: el qué, más que el cuánto

El debate político sobre el rearme en Europa se está centrando sobre números arbitrarios, simplistas, cuando debería hacerlo sobre las necesidades concretas de seguridad y defensa, nacionales y colectivas. Necesidades que deben llevar a una defensa suficiente y esencialmente defensiva.
Andrés Ortega
 |  5 de junio de 2025

Parte política de seguridad y defensa, parte política industrial, casi toda Europa –España incluida– se está adentrando en más gasto militar y en otras dimensiones de la seguridad. Pero los objetivos del 2%, 3% o 5% del PIB, más que reflejar necesidades reales, no dejan de ser números arbitrarios y objetivos políticos algo simplistas. Lo importante es hablar de lo que se necesita: más elementos defensivos que ofensivos o lo que constituye una defensa suficiente. También en defensa el necio puede confundir el valor con el precio, o comprar sistemas que no servirán.

La guerra de Ucrania, como la de Yemen y la de Gaza, está brindando nuevas lecciones al respecto. Muchas de ellas rápidas y cambiantes. Tomemos una: el papel de los drones. A pesar de que hoy se emplean en diversos usos, al principio su uso era muy limitado. Luego cobraron una importancia vital. En la fase actual de la guerra son elementos decisivos para el equilibrio sobre el terreno.

La velocidad de adaptación es crucial, tanto en términos industriales –en los que cuentan las importaciones de aparatos o componentes– como de doctrina de uso y el uso en sí. Estábamos acostumbrados a periodos de gestación muy largos de los grandes sistemas militares, ya sean aviones, submarinos, portaviones… Ahora se cuentan en meses los sistemas que incluyen comunicaciones muy sofisticadas que también han de adaptarse con rapidez, junto al personal capaz de utilizarlos.

Está claro que España, por ejemplo, está necesitada de muchos más drones ante los posibles riesgos y amenazas que afronta o puede afrontar en un futuro no lejano, amenazas en manos de actores diversos, de Estados a grupos e individuos y de orígenes geográficos diversos. España cuenta con fabricación propia, y participa en algunos proyectos europeos.

Sobre todo, está necesitada de sistemas de defensa contra drones atacantes, que son mucho más caros. El coste de cada dron de ataque se mide en miles de euros. El de defensa contra ellos, en centenares de miles cada uno, con una efectividad limitada y competencia constante entre los avances en unos y otros. Como se está viendo en Ucrania, la letalidad y destructividad de los drones y misiles relativamente baratos es elevada. A pesar de ello, estos sistemas pueden ser necesarios, pero no suficientes. Son piezas clave, pero no bastan para ganar guerras.

Es verdad que, a menudo, es difícil trazar una línea de separación clara entre lo ofensivo y lo defensivo, sobre todo cuando predomina la cultura de la disuasión basada en la capacidad de contrataque. Muchas acciones militares ofensivas se intentan disfrazar de defensivas –o viceversa– ya sea en Ucrania o en Gaza. Por ejemplo, el ataque ucraniano contra bases de bombarderos de largo alcance en Rusia este pasado fin de semana ha sido ampliamente reconocido como defensivo, aunque haya empleado armas ofensivas.

A pesar de ello, las nuevas capacidades defensivas van a ser más necesarias que las de ofensivas, al menos para países como España u otros europeos sin ansias de conquista. El proyecto europeo, en renovación, es algo muy diferente. Mientras algunos actores internacionales buscan una imposible seguridad absoluta, los sistemas defensivos van a aumentar en tierra, mar, aire, espacio y ciberespacio. La Cúpula Dorada (Golden Dome), inspirada en el sistema israelí Cúpula de Hierro (Iron Dome), el revival por Trump de la Iniciativa de Defensa Estratégica de Reagan, no aportará esa seguridad. Ni siquiera cuenta aún con la tecnología necesaria.

Pierroberto Folgiero, CEO de Fincantieri, mayor constructor naval de Europa, ve la necesidad de invertir en defensas frente a amenazas contra los cables submarinos y otras infraestructuras críticas en el mar. No ya en el Báltico, sino aún más en el Mediterráneo. O en la defensa de otros elementos esenciales como son los satélites de comunicaciones. Estamos ante conflictos multidominio, con campos de batalla ubicuos, en los que se ha roto la separación entre lo físico y lo virtual, y en los que el concepto de retaguardia ha desaparecido. La ciberdefensa es hoy más cara que la capacidad de ciberataque.

Ante estas necesidades, la colaboración público-privada ante tecnologías duales es imprescindible, a nivel industrial y a nivel operativo. Cada vez se requieren más especialistas, incluidos hackers capaces de inutilizar sistemas enemigos y preservar los propios.

Lo que plantea una cuestión que ya se está sopesando en algunos ejércitos: concebir de forma más flexible las carreras militares y sus remuneraciones, ante la llegada de especialistas, temporales o limitados. La reintroducción parcial del servicio militar obligatorio en algunos países no se debe tanto a la percepción de la amenaza sino, en general, a que no se enrola de forma voluntaria como militares profesionales un número suficiente de personas.

Todo esto muestra que el llamado “rearme” es algo mucho más complejo que la inversión en seguridad y defensa como porcentaje del PIB. 2,3 o 5% son cifras políticas, como en su día lo fueron los Criterios de Maastricht para déficit (3%), deuda (60%) e inflación de cada economía nacional. De lo que se trata es de saber gastar mejor, antes de gastar más. Empieza a haber un clamor al respecto para evitar despilfarros en sistemas costosos pero inútiles. Los que saben, incluidos los militares, lo intentan. Los gobiernos presentan prioridades. Pero el debate público se está centrando excesivamente en las cifras globales. “Rearme inteligente” (smart rearmament) piden algunos. Rearme suficiente, cabe añadir, no excesivo ni meramente industrial.

No se trata de prepararse para la última guerra o conflicto, sino para la próxima, de manera flexible, pues habrá que adaptarse rápidamente, también para evitarlos mediante la disuasión o, mejor, la persuasión. La ministra de Defensa española, Margarita Robles, atina cuando considera un “error” hablar de gastar un 5% más en la OTAN sin tener claras las necesidades. Falta un debate español y europeo sobre el qué antes del cuánto, incluso ante un posible e inquietante desenganche de EEUU de la seguridad y defensa de Europa.

1 comentario en “Defensa: el qué, más que el cuánto

  1. Estoy de acuerdo en lo que se dice en un artículo. No tanto en lo del «debate». Los debates son siempre interminables y a menudo se acaban agotando sin resultados. ¿No hay organismos que estén continuamente estudiando y actualizando las necesidades en defensa?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *