El ministro de finanzas irlandés, Paschal Donohoe, nuevo presidente del Eurogrupo, saluda a los medios en una imagen tomada en octubre de 2019. GETTY

El Eurogrupo como preludio de la dilución frente al Covid

La elección del irlandés Paschal Donohoe como presidente del Eurogrupo ofrece algunas claves sobre el resultado del Consejo Europeo del 17 y 18 de julio. Debemos tomar nota de los límites del poder franco-alemán.
Carlos Carnicero Urabayen
 |  14 de julio de 2020

Más allá de la dolorosa decepción española con la derrota de Nadia Calviño por hacerse con la cabeza del Eurogrupo, un puesto para el que contaba con un excelente perfil y unos apoyos que parecían imbatibles, el episodio tendrá repercusiones en la política económica europea frente a la peor de las crisis. La victoria del irlandés Paschal Donohoe, de la familia popular europea, sitúa al Eurogrupo en manos de los halcones fiscales y pone en duda una ambiciosa respuesta europea frente al tsunami económico del Covid.

Iain Begg, profesor en la London School of Economics, daba buenas claves sobre lo que hubiera supuesto la llegada de Calviño al Eurogrupo. La votación era un test sobre la dirección que la Unión Europea está tomando en política económica, decía Begg, y la victoria de Calviño nos daría una idea sobre el consenso existente para la ruptura que hay en curso de los paradigmas económicos anteriores a la pandemia.

Estamos muy lejos de un consenso. La ajustadísima victoria de Donohoe por un voto da buena cuenta de ello. Es verdad que el conjunto de miembros de la zona euro que apoyaron a Calviño, con una disposición favorable para adoptar medidas económicas a nivel europeo insólitas para reaccionar a una crisis sin precedentes, representan entorno al 83% de la zona euro. Sin embargo, una coalición de pequeños países no está dispuesta a alcanzar el nivel de ambición que la Comisión Europea patrocina con el apoyo de países como Alemania, Francia, Italia o España.

Como recuerda Raymond Torres, persisten visiones económicas antagónicas que la crisis de la pandemia ha reforzado. Hablamos de divergencias sobre política fiscal y sobre el nivel de responsabilidad que debe tener la UE (frente a la que tienen los Estados en clave nacional) que no se resolverán con “una hipotética reforma de la gobernanza ni bajo la presión del eje franco-alemán”, advierte Torres.

Estamos a las puertas de un Consejo Europeo (17 y 18 de julio) que debería fijar un acuerdo para el programa de la Comisión conocido como “Next Generation EU” y el presupuesto para los próximos siete años en la UE. Los elementos más importantes para países como España o Italia son también los más difíciles de digerir para países como Holanda, Austria o Dinamarca, que ahora asistirán a una cumbre de guerra de posiciones en minoría, pero con la moral subida después de haber visto vencer a su candidato para presidir el Eurogrupo.

La recesión, además de producir fuertes subidas de desempleo, elevará los niveles de deuda pública sobre todo en países como Italia, Grecia, España o Francia, a raíz del ingente esfuerzo fiscal al que ha obligado el gran apagón del Covid-19 y de los ya de por sí abultados niveles de deuda. El acceso al crédito podría complicarse en un momento en que urge inyectar dinero para la remontada.

Estas son algunas de las razones que han llevado a la Comisión a proponer un paquete de recuperación ambicioso (750.000 millones de euros), cuya mayoría (500.000 euros) debería tener forma de subvenciones. El resto lo formarían créditos. El conjunto de países europeos respondería colectivamente al pago de esta deuda, algo insólito en la historia de la UE. Sobre la agenda hay también la creación de una tasa digital y otra medioambiental, algo que generaría “recursos propios” a las arcas de la UE, que hasta ahora se financian fundamentalmente de las aportaciones directas de los Estados miembros.

El resultado en la votación del Eurogrupo nos da algunas claves sobre el resultado de la cumbre. Debemos tomar nota de los límites del poder franco-alemán, antaño capaces de subir en el tren al conjunto de la UE en las horas más difíciles. Es probable que veamos un acuerdo, pero con toda seguridad trufado de algunas de las líneas rojas que de manera singular Holanda ha ido trazando. Es previsible que la partida de subvenciones disminuya, que baje todavía más la discreta cuantía del presupuesto de la UE para los próximos siete años (ahora situada en 1,07 billones de euros) y que los Estados, quizá por unanimidad, terminen adquiriendo el control de la gestión de los fondos del plan de recuperación. En suma, asistiremos a una dilución en el nivel de ambición de la respuesta europea frente al Covid.

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