Globalización: Darwin en la era digital

 |  30 de enero de 2012

 

Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: destrucción creativa.

La quiebra de Kodak, una compañía fundada en 1880, y las crecientes dificultades de Research in Motion (RIM, fabricante de los teléfonos móviles Blackberry) y Nokia, es una prueba de que la era digital ha acelerado a ritmos de vértigo lo que Joseph Shumpeter llamó la “destrucción creativa”, propia de la dinámica de las economías de mercado.

Hoy el sector de las tecnologías de la información está dominado por Microsoft, Apple, Intel, Amazon y Google. Intel, la más antigua, fue fundada en 1968. Todas ellas demuestran un principio ineluctable: las nuevas tecnologías desplazan a las viejas, pero también que las nuevas compañías reemplazan a las antiguas. RIM es un caso de manual. En teoría no debería haber tenido problemas para dar el salto a la siguiente generación de redes de datos.

En la práctica, ha sido arrollada por Apple, al fracasar en sus intentos de crear smartphones y tabletas con pantallas táctiles capaces de competir con los iPhone y iPad de la compañía de Cupertino. El valor en bolsa de RIM ha caído un 75% en el último año mientras que su participación en el mercado de Estados Unidos ha pasado del 44% que tenía en 2009 al 10% actual. En marzo de 2011, las acciones de RIM valían 70 dólares; hoy apenas 16,50, lo que la ha puesto a tiro de una OPA de sus rivales. Es posible que RIM esté aún a tiempo de corregir el rumbo, pero el precedente de Palm o Motorola no augura nada bueno.

En la darwiniana lucha por la supervivencia en la era digital, un traspiés suele ser fatal. Cuando los pioneros pierden su liderazgo original, sus directivos creen que pueden volver a dominar el mercado que crearon. Pero eso rara vez sucede. La excepción que confirma la regla es Steve Jobs en Apple,  cuya indiscutida genialidad y clarividencia es algo muy infrecuente.

El cambio tecnológico está desempeñando un papel determinante en el acortamiento de la brecha que separa a los países desarrollados de las potencias emergentes. En un reciente artículo en The Atlantic, Adam Davidson asegura que entre 2000 y 2009 el sector manufacturero de EE UU perdió uno de cada tres empleos. Casi seis millones desaparecieron.

Kodak es otro caso paradigmático: su primera cámara digital apareció en 1995, pero los consumidores prefirieron cámaras japonesas con mejor relación calidad-precio. Kodak nunca pudo recuperar el terreno perdido. En 1992 tenía 130.000 empleados; hoy apenas rondan los 18.800. En 1985 la consultora Index Group anticipó a Kodak que la tecnología digital haría obsoleta la película fotográfica hacia finales de los años noventa. “Se rieron de nosotros”, recuerda el analista Adam Crecenzi.

Cuando en una reunión en Silicon Valley Barack Obama le preguntó a Jobs qué haría falta para que los iPhone se fabricaran en EE UU (casi la totalidad de productos de Apple son fabricados fuera), el fundador de Apple le contestó que “tendría que cambiar toda la estructura económica mundial”. Los bajos costes de la mano de obra asiática son lo de menos.

Un reciente artículo del New York Times explica el escepticismo de Jobs: cuando Apple rediseñó a última hora el iPhone, la taiwanesa Foxconn Technologies, que fabrica el 40% de los componentes de la electrónica de consumo del mundo, pudo contratar 8.700 ingenieros en 15 días para hacer los cambios necesarios en las plantas de montaje, un proceso que hubiera requerido nueve meses en EE UU.

 

Asia cierra la brecha

Según los ejecutivos de Apple, EE UU simplemente no tiene los trabajadores cualificados suficientes para competir con la versatilidad, velocidad y capacidad técnica de las cadenas de fabricación, distribución y suministro de componentes de los países de Asia-Pacífico. El último informe del National Science Board de EE UU muestra que ese país sigue liderando el gasto mundial en I+D, pero advierte que la rápida expansión de las capacidades científicas y tecnológicas de China y otros países asiáticos está cerrando rápidamente la brecha, sobre todo en número de ingenieros graduados y dinero invertido en I+D. Desde 2000, el número de licenciados chinos en ingeniería se ha más que duplicado, superando ya a las graduaciones registradas en EE UU.

Para el Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca, la lección es clara: “EE UU no puede seguir siendo el motor mundial de la innovación sin un potente sector industrial”. Las políticas industriales y de estímulo fiscal de la Casa Blanca ya han comenzado a dar frutos en esa dirección. Las exportaciones de manufacturas están creciendo a un ritmo del 16% anual, lo que significa que se cumplirá la meta de planteada por Obama en 2009 de duplicarlas para 2014. El presidente quiere ir incluso más allá. En su último mensaje al Congreso, propuso acabar con las exenciones fiscales para empresas que trasladen sus plantas al exterior, reducir la presión impositiva a la industria manufacturera local y nuevas medidas antidumping contra países que subsidien sus exportaciones.

 

 

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