#ISPE: Los ríos y las guerras del agua

 |  27 de febrero de 2013

 

Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: grandes represas.

De aquí a 2021 Brasil construirá 34 grandes represas para aumentar en un 50% su capacidad de generación hidroeléctrica, la mayor parte de ellas en ríos que proveen el 20% del agua dulce del planeta y que recorren los bosques tropicales de mayor biodiversidad en el mundo, con lo que regulan los ciclos pluviales globales y absorben gran parte del dióxido de carbono de la atmósfera terrestre.

La hidroeléctrica de Jirau sobre el río Madeira, un proyecto de 7.700 millones de dólares, tendrá más turbinas gigantes que cualquier otra represa en el mundo. Las líneas de transmisión eléctrica se extenderán a lo largo de 2.000 kilómetros para llevar la energía desde el centro del país hasta São Paulo. En total, las represas inundarán unos 5.000 kilómetros cuadrados de bosques.

A pesar de las denuncias de las organizaciones medioambientales contra esa política de infraestructuras faraónicas, en las que el gobierno invertirá 150.000 millones de dólares hasta 2021, nada frenará sus planes. Hasta 2021 la economía crecerá un 63%, lo que requiere un aumento exponencial de la generación de electricidad. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, sostiene que el mix energético brasileño es uno de los más “verdes” del mundo.

Según el gobierno de Brasilia, las represas en construcción, como la de Belo Monte, sobre el río Xingú, que generará tanta electricidad como 11 plantas nucleares juntas, inundarán cinco veces menos terrenos que las de la generación anterior, como las de Tucuruí o Itaipú, que desplazaron a 10.000 familias e inundaron el parque nacional de las Cataratas de Guaira.

Pero al menos los problemas que plantean las represas brasileñas se circunscriben a su territorio. Las de China, en cambio, amenazan con crear graves tensiones internacionales en Asia. Según el World Water Resources Group, una tercera parte de la población mundial vivirá en 2050 cerca de cuencas hidrológicas con un déficit de suministro para consumo humano del 50%. China, que ya posee 25.000 grandes represas, más que todo el resto del mundo junto, ha anunciado nuevas inversiones por valor de 635.000 millones de dólares en infraestructuras hidráulicas en la próxima década.

El problema es que muchas de las nuevas represas se construirán en las cabeceras de grandes ríos de los que dependen millones de personas en Asia Central, India y la península indochina. China no reconoce el principio de  corresponsabilidad en la gestión de recursos hídricos compartidos que establece la convención de la ONU de 1997 sobre cuencas fluviales.

Pekín sostiene que el país en el que sitúan las fuentes originarias de un río tiene derecho a ejercer una “soberanía territorial absoluta” sobre las aguas que se encuentran dentro de sus fronteras y de utilizarlas sin considerar los efectos que ello pueda causar en otros países.

Los últimos proyectos aprobados por China para represar los ríos Salween, Brahmaputra y Mekong, que nacen en el Himalaya tibetano, han encendido las alarmas en los países del sureste asiático. El Salween, el último gran río asiático sin represar, fluye hacia Myanmar y Tailandia, creando a su paso una de las regiones de mayor biodiversidad de Asia.

 

Cambio climático

China ha construido ya seis mega represas en el Mekong, incluyendo la de Xiaowan, con un capacidad de 4.200 megavatios y la de Nuozhadu, de 5.850 megavatios. Adicionalmente, China está financiando proyectos hidráulicos en Myanmar, Laos y Camboya diseñados para exportar electricidad al sur de China. Según Brahma Chellaney, experto del Center for Policy Research de Nueva Delhi y autor de Water, peace and war (2013), los proyectos hidro­eléctricos chinos son insostenibles en un continente cuyos desafíos hídricos están sido exacerbados por las crecientes tensiones geopolíticas y el cambio climático, que, al acelerar el deshielo de los glaciares del Himalaya, está cambiando los patrones de distribución del agua en Asia.

En Myanmar, por ejemplo, el régimen militar se vio obligado a paralizar el año pasado la construcción de la presa de Myitsone, financiada por China, que iba a recibir el 90% de la electricidad generada, por el amplio movimiento de rechazo de los pobladores de la cuenca del río Irawady, el más caudaloso del país. Según Human Rights Watch, la insurrección de una guerrilla secesionista étnica que ha provocado unos 75.000 desplazados, fue una consecuencia directa de ese proyecto. Según Chellaney, Asia es el más probable escenario de las futuras “guerras del agua”, con China controlando las llaves del grifo de las regiones de mayor densidad demográfica del mundo.

 

Para más información:

Bárbara Soriano, Alberto Garrido y Paula Novo, «La pugna por el acceso y control de la tierra y el agua». Política Exterior 151, enero-febrero 2013.

Olcay Ünver, «La sostenibilidad de un mundo con menos agua». Política Exterior 148, julio-agosto 2012.

Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, «Aguas transfronterizas». Naciones Unidas.

 

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