Amina J. Mohammed habla en el escenario durante Global Citizen NOW en Spring Studios el 30 de abril de 2025 en Nueva York.

La Conferencia de Sevilla: Una cita ineludible

La economía mundial se está desacelerando y existen grandes riesgos de que la situación empeore, en vista del agravamiento de las crisis geopolíticas y la previsible escalada de las tensiones comerciales. Pero tenemos razones para el optimismo.
Amina J. Mohammed
 |  25 de junio de 2025

Entro de apenas unas semanas dignatarios de todo el mundo se reunirán en Sevilla, en España, para acordar un nuevo marco de financiación mundial para el desarrollo sostenible sustentado en los compromisos recogidos en la Agenda de Acción de Addis Abeba. Lo harán en un contexto internacional extraordinariamente difícil y en un momento en que se está poniendo en duda el valor del multilateralismo.

 

 

La economía mundial se está desacelerando y existen grandes riesgos de que la situación empeore, dado el agravamiento de las crisis geopolíticas y la previsible escalada de las tensiones comerciales. Los países donantes están abandonando sus compromisos de ayuda. En 2024, la ayuda oficial al desarrollo (AOD) disminuyó en más de un 7% en términos reales. De cumplirse las previsiones para 2025, la ayuda mundial, en términos reales, podría volver a los niveles de 2015, una circunstancia alarmante desde el punto de vista de la cooperación internacional y con consecuencias funestas para los países más pobres, que dependen en mayor medida de los organismos y la solidaridad internacionales. Nos hemos desviado considerablemente de la senda del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que cada vez están más lejos de alcanzarse. Si no cambiamos de rumbo, 600 millones de personas seguirán padeciendo pobreza extrema en 2030, y la desnutrición causará retraso del crecimiento a uno de cada cinco niños menores de cinco años. Esta crisis en el desarrollo sostenible puede evitarse.

En ella ocupan un lugar central los problemas financieros. El enorme déficit de financiación de los ODS sigue aumentando: se calcula que supera ya los cuatro billones de dólares anuales. Las inversiones no han vuelto a alcanzar los niveles anteriores a la pandemia. Son numerosos los países en desarrollo que se ven lastrados por el gran peso del servicio de la deuda y carecen del margen fiscal necesario para invertir en la salud y la educación de sus ciudadanos.

Estos países se enfrentan en muchos casos a costes de capital prohibitivos que dificultan las inversiones en infraestructuras, transición energética y crecimiento sostenible. En 2024 más de 1.100 millones de personas vivían en países que tenían que destinar al menos la quinta parte de sus ingresos públicos al servicio de la deuda externa.

La Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, que se celebrará en Sevilla, nos ofrece la oportunidad de proponer soluciones duraderas para estos problemas y demostrar así que seguimos siendo capaces de resolver juntos crisis mundiales y de preservar la solidaridad internacional: en definitiva, que el multilateralismo sigue reportando beneficios a las personas y al planeta.

 

Un Nuevo Marco de Financiación Mundial

Para que la Conferencia de Sevilla tenga éxito es necesario un plan de actuación ambicioso que impulse la inversión a gran escala en los ODS, permitiéndonos así avanzar de nuevo hacia su cumplimiento, y que introduzca en la estructura financiera internacional las reformas necesarias para hacerla más justa y más eficaz en su respuesta a las crisis y perturbaciones, cada vez más frecuentes, tal y como lo acordaron los Estados miembros en la Cumbre del Futuro, celebrada el año pasado. Este nuevo marco de financiación debe basarse en una serie de principios fundamentales.

En primer lugar, debe atender primordialmente a las consecuencias de la financiación para la vida de las personas. La financiación es un medio para lograr ciertos fines, y no un fin en sí misma: esta es una de las enseñanzas más importantes que se han extraído del proceso de aplicación de la Agenda de Acción de Adis Abeba. En nuestro afán por maximizar los recursos y pasar “de los miles de millones a los billones” nos hemos olvidado a menudo de las personas, los países y los sectores que más necesitaban nuestro apoyo.

 

 

En segundo lugar, debe servir para fomentar y financiar acciones transformadoras. Nos hemos alejado tanto de los ODS y la acción climática que no bastará con introducir cambios menores. Es indispensable modificar sustancialmente el curso de nuestras economías y sociedades. Este cambio de rumbo exige orientar el desarrollo sostenible y su financiación hacia metas ambiciosas. Debe de ser un esfuerzo dirigido por los Estados que entrañe, sin embargo, la movilización de recursos privados con el fin de maximizar su eficacia.

En tercer lugar, debe atribuir un papel decisivo al liderazgo y a la responsabilidad de los países en desarrollo en las acciones que se lleven a cabo. Y es que estos países no están pidiendo un ejercicio de caridad, sino el acceso a los mercados financieros y, por ende, a las inversiones que les permitan seguir su propio camino hacia un futuro de prosperidad. En la Conferencia de Sevilla es necesario potenciar la capacidad de estos países para aumentar su base de recursos nacionales, combatir los flujos financieros ilícitos e impulsar su incorporación como actores productivos a la economía mundial.

En cuarto lugar, debe afianzar la cooperación multilateral. La existencia de otros objetivos considerados prioritarios ha llevado a algunos a proponer que posterguemos nuestro compromiso común con el desarrollo sostenible para todos. Esta idea se nos antoja extraordinariamente miope. Es indispensable, en efecto, que afrontemos juntos, en cuanto comunidad internacional, ciertos retos de alcance mundial. Es indispensable que protejamos el planeta y promovamos un crecimiento equitativo, los derechos humanos y la prosperidad compartida. La Conferencia de Sevilla debe reafirmar estos valores comunes con acciones concretas que reflejen la solidaridad y la cooperación. El borrador de documento final de la Conferencia que están negociando las diferentes delegaciones en Nueva York tiene visos de cumplir esta aspiración.

 

El Estímulo de la Inversión

En los Estados miembros de las Naciones Unidas, el estímulo de la inversión en los ODS requiere un aumento considerable de los préstamos de
los bancos públicos de desarrollo: el instrumento más eficaz con que contamos para financiar la inversión en desarrollo sostenible a gran escala. Podemos triplicar la capacidad de préstamo de los bancos multilaterales de desarrollo mejorando su solidez financiera y reasignando Derechos Especiales de Giro (DEG), así como con aumentos de capital. Además, debemos sacar el máximo partido a los recursos que ofrecen los bancos nacionales y regionales de desarrollo, garantizar que estas instituciones tienen plenas facultades para financiar proyectos de desarrollo sostenible y facilitar que colaboren formando un único sistema.

El aumento de la inversión privada y la mejora de su calidad son condiciones esenciales para el estímulo de la inversión en los ODS. Existen multitud de proyectos de desarrollo sostenible (particularmente en el ámbito de las infraestructuras y en el de las energías limpias) con muchas posibilidades de atraer capital privado. Los Estados miembros pretenden aprovechar este potencial estudiando fórmulas para eliminar los persistentes obstáculos que se oponen a la inversión privada en los países en desarrollo.

Entre esas fórmulas figura la creación de sólidas carteras de proyectos que satisfagan las expectativas de los inversores en cuanto a la observancia de normas medioambientales, sociales y de gobernanza, así como un uso más eficaz de los instrumentos de financiación combinada, entre ellos las garantías crediticias y el capital de primera pérdida, con el fin de mejorar los niveles de rentabilidad ajustada al riesgo. La estandarización de los esquemas de financiación combinada, que implica definir con claridad los marcos de distribución de riesgos, establecer normas de medición de impacto comunes y adoptar un sistema de clasificación ampliamente aceptado, puede aumentar la transparencia y la comparabilidad y, por ende, la confianza de los inversores. Al mismo tiempo, la adopción de normas internacionales de información en materia de sostenibilidad contribuirá a adecuar los mercados financieros a los ODS. La prestación conjunta de asistencia técnica en el desarrollo de mercados de capitales, particularmente en países de renta baja y media, puede contribuir a crear un entorno más propicio para una financiación privada compatible con los ODS.

 

Mantener el Esfuerzo Inversor

Además, los países en desarrollo deben reforzar su base de recursos nacionales para mantener un esfuerzo de inversión dirigido por el Estado. La Conferencia de Sevilla podría fijar a título orientativo un objetivo mínimo del 15% del PIB para los ingresos fiscales, además del compromiso de los donantes de redoblar su apoyo al fortalecimiento de los sistemas de recaudación con vistas al cumplimiento de los ODS. Los donantes deben adoptar medidas urgentes para invertir la tendencia a la disminución de la ayuda oficial al desarrollo y mejorar tanto su calidad como su efectividad. A pesar de las crecientes necesidades mundiales, la proporción de la AOD que llega a los países en desarrollo (y en particular a los más pobres y vulnerables) ha disminuido en el último decenio, y el incremento de los costes de transacción, la reducción del tamaño medio de los proyectos y la creciente descoordinación han mermado la eficacia de la ayuda.

 

«La Conferencia de Sevilla podría fijar a título orientativo un objetivo mínimo del 15% del PIB para los ingresos fiscales»

 

Para abordar este problema es necesario destinar una mayor proporción de la AOD al cumplimiento de objetivos prioritarios de cada país y canalizar la ayuda a través de sistemas nacionales. La promoción de plataformas de titularidad nacional que reúnan a socios para el desarrollo, bancos nacionales de desarrollo y otros actores clave interesados puede contribuir a concertar las acciones de los donantes, reducir la duplicación de esfuerzos y mejorar la coordinación de los planes nacionales de desarrollo. En el ámbito mundial, el fortalecimiento del doble papel desempeñado por las Naciones Unidas –el de organización convocante de conferencias y el de creadora de marcos normativos en plataformas como el Foro sobre Cooperación para el Desarrollo– puede hacer más coherentes, eficaces y transparentes las iniciativas de cooperación, ajustándolas a los ODS.

 

La Reforma de la Estructura Financiera

A introducción de reformas ambiciosas en la estructura financiera internacional (el conjunto de normas, procedimientos e instituciones multilaterales que tienen por objeto garantizar la estabilidad del sistema financiero mundial y orientar los flujos internacionales de capital) es otro de los resultados principales que se espera obtener con la Conferencia de Sevilla. Esta transformación es indispensable para el alivio de la deuda y para lograr el margen fiscal que se requiere actualmente para mantener el esfuerzo de inversión en los ODS. Además, es fundamental para hacer dicha estructura más inclusiva, eficaz y apta para afrontar los retos futuros. La enorme carga que supone el servicio de la deuda para ciertos países es el mayor obstáculo para la inversión en los ODS, por lo que la Conferencia de Sevilla tiene entre sus objetivos prioritarios impulsar reformas estructurales en materia de deuda.

 

«La enorme carga que supone el servicio de la deuda para ciertos países es el mayor obstáculo para la inversión en los ODS»

 

El actual borrador de documento final, basado en muchas de las propuestas comprendidas en el Pacto para el Futuro, describe un ambicioso conjunto de reformas con cuatro ejes principales: aumentar la eficacia en la prevención de las crisis de deuda, incrementar el apoyo a los países con graves problemas de endeudamiento, hacer más eficaces y justos los procesos de reestructuración de la deuda y garantizar que los análisis de sostenibilidad de la deuda y las calificaciones crediticias reflejen con mayor exactitud los riesgos y las oportunidades asociados al desarrollo sostenible a largo plazo.

La prevención de las crisis de deuda exige mayor transparencia: en el borrador de documento final se prevé la concentración de los registros de deuda en uno de ámbito internacional, alojado en el Banco Mundial, que contribuiría decisivamente al cumplimiento de ese requisito, además de relajar las obligaciones de información de los países deudores. La integración de los principios en materia de préstamos y créditos responsables en un único conjunto de normas, aplicable a todos los deudores y acreedores, y cuyo cumplimiento se vigilará de manera más rigurosa y sistemática, sería un incentivo añadido para la responsabilidad crediticia.

En el borrador se propone aliviar el servicio de la deuda de los países en desarrollo y reducir los costes de capital a los que se enfrentan creando en el Banco Mundial un órgano encargado de ayudar a dichos países a mantener esa carga en unos niveles asumibles, así como a facilitar los canjes de deuda y a ofrecer mejoras en la calidad de los créditos. Este órgano serviría además como centro de conocimientos para los canjes de deuda y otros instrumentos análogos, y contribuiría a la reducción de sus costes de transacción y a aumentar en lo sucesivo su eficacia.

Cada vez son más numerosas las voces que reconocen que el actual sistema de deuda no tiene suficientemente en cuenta a los países deudores. No se trata aquí de una mera cuestión de justicia, pues este problema afecta directamente a la eficacia del sistema: los países muy endeudados se resisten en muchos casos a solicitar la reestructuración de la deuda por las deficiencias de este sistema, además de por la falta de información y de confianza.

 

Reforzar el Marco Común

En este aspecto, el borrador de documento final subraya la necesidad de reformar el Marco Común para el Tratamiento de la Deuda acordado por el G20 agilizando los procesos y haciéndolos más previsibles, transparentes e inclusivos. Además, y lo que es importante, reconoce el imperativo de permitir el acceso al Marco Común a los países vulnerables de renta media y no solo a los de renta baja, garantizando así un tratamiento equitativo en lo que respecta a la deuda. Estas propuestas se basan en el avance que ha supuesto la reciente elaboración de la Global Debt Restructuring Playbook (Guía Mundial sobre Reestructuración de la Deuda), que ofrece a los países deudores recomendaciones para una gestión más ágil y ordenada de los procesos de reestructuración.

El borrador de documento final de la Conferencia de Sevilla también propone reforzar las plataformas que permiten a los países prestatarios coordinar estrategias e intercambiar conocimientos y experiencias. Para adecuar la estructura financiera internacional al mundo actual, caracterizado por la inusitada frecuencia de las crisis, debemos corregir con urgencia las deficiencias que persisten en la red de seguridad financiera. En el borrador de documento final figuran ideas novedosas para mejorar la gestión de los DEG, agilizar la aprobación de emisiones y redirigirlas a los países que más los necesitan.

Por último, conviene señalar que el incremento de la eficacia debe llevar aparejada una estructura de gobernanza más inclusiva de las instituciones financieras internacionales: la Conferencia de Sevilla nos ofrece una oportunidad única para aumentar la influencia de los países en desarrollo tanto en los consejos de estas instituciones como en su gestión ordinaria. Además, es imprescindible hacer un uso más eficaz de los espacios de diálogo que ofrecen las Naciones Unidas, y en los que los países desarrollados y en desarrollo, los donantes y los receptores, los deudores y los acreedores, pueden reunirse en pie de igualdad. A la larga, una estructura más inclusiva reflejará más fielmente los objetivos prioritarios de los países en desarrollo, lo que la hará más eficaz.

 

Razones para el optimismo

Este plan de acción tan ambicioso no será fácil pero, en un contexto económico y geopolítico cada vez más incierto, no nos queda otra opción, si pretendemos cumplir los compromisos que asumimos en 2015 y afrontar los apremiantes retos que comporta el desarrollo sostenible. La coyuntura actual exige coraje político y voluntad común. Los gobernantes (incluidos los de los países integrantes del G20, presidido por Sudáfrica) deben estar a la altura de las circunstancias y garantizar que la Conferencia de Sevilla traiga los avances que necesitamos imperiosamente.
Hay que dar esperanza a las personas. Hay que garantizar la supervivencia del planeta por el bien de las generaciones venideras. Y el mundo reclama a sus gobernantes el valor necesario para cumplir la promesa de construir un futuro mejor. De tener éxito, la Conferencia de Sevilla puede iniciar un nuevo esfuerzo mundial para impulsar el desarrollo sostenible y transformar la vida y los medios de subsistencia de las personas en todo el mundo.

Tenemos razones para el optimismo. En todo el mundo se están movilizando Estados, instituciones y ciudadanos en torno a iniciativas de gran impacto. La Plataforma de Acción de Sevilla ya está impulsando la formación de alianzas de países y otros actores interesados dirigidas a cumplir los compromisos recogidos en el borrador de documento final y a traducir las palabras en acciones. Añadamos a este ímpetu y esta determinación la voluntad política necesaria para convertir la Conferencia de Sevilla en un verdadero punto de inflexión en lo que respecta a los ODS, a nuestro futuro común y a la construcción de un mundo mejor que sabemos que es posible.

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