venezuela
El canciller de Venezuela, Jorge Arreaza (izq.), durante una reunión con la embajadora de la UE en Caracas, Isabel Brilhante (dcha.), el 24 de febrero de 2021. YURI CORTEZ. GETTY

La quimera venezolana

La Unión Europea debe conseguir despolitizar su acción exterior para Venezuela y apostar por jugar un papel constructivo en fomento del diálogo y el acuerdo para una eventual reconciliación venezolana.
Enric López Jurado
 |  26 de mayo de 2021

Venezuela se ha convertido en uno de los principales quebraderos de cabeza en materia de política exterior de la Unión Europea. El país atraviesa una profunda crisis política e institucional que se cronifica al mismo ritmo al que se agrava la tragedia humanitaria que vive su población: más de cinco millones de desplazados, hambre, carestía y una generalizada falta de acceso a los servicios básicos.

La relación con el país caribeño ha sido tradicionalmente un asunto algo espinoso para la UE. Esta ha tratado de mantener un delicado equilibrio entre permanecer lo suficientemente cercana al país, siendo consciente de su importancia geoestratégica como potencia exportadora de petróleo, pero a la vez guardar una cautelosa y escéptica distancia, dado el papel político e ideológico que esta ha desempeñado en la región, en lo que podríamos calificar como el intento de “exportación del socialismo bolivariano”.

Sin embargo, en los últimos años, fruto de la deriva autoritaria de Nicolás Maduro, las relaciones se han deteriorado hasta tal punto que en la actualidad se da el paradójico caso de considerarse prácticamente rotas, pero a la vez seguir siendo un elemento determinante en la política exterior hacia América Latina.

Venezuela es hoy un claro ejemplo donde es necesaria una acción verdaderamente geopolítica por parte de la Comisión Europea, liderada por el alto representante para la Política Exterior y de Seguridad. Europa tiene la oportunidad de jugar un papel constructivo y abrir una vía de diálogo que permita alcanzar una solución duradera a esa grave crisis multidimensional.

En este sentido, la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca y el inicio de una nueva etapa de entendimiento bilateral y cooperación multilateral de la UE con Estados Unidos abre una ventana de oportunidad para abordar este asunto y relanzar un trabajo conjunto que culmine en un horizonte de elecciones presidenciales y legislativas que permitan una verdadera transición democrática y una estabilización del país.

 

«Hoy Venezuela es un asunto profundamente divisivo que reside permanentemente en el orden del día de algunas instituciones comunitarias azuzado por intereses espurios»

 

La crisis venezolana tiene importantes derivadas geopolíticas. Hasta el momento, ha paralizado los foros multilaterales regionales como UE-CELAC, se convierte a menudo en un elemento disruptor por quién debe ocupar la silla de representación del país, e impide una mayor cooperación e integración latinoamericana, muy urgente y necesaria en tiempos de pandemia para afrontar una sólida recuperación. También guarda el potencial de convertirse en una suerte de guerra por aproximación profundamente simplificada entre “los amigos de Maduro” (como Rusia, Irán o Turquía) y “los amigos de la democracia” (la UE y EEUU). En este sentido, el “tema de Venezuela” exacerba los debates ideológicos llevándolos al extremo y reduciéndolos a dicotomías a menudo ficticias, al tiempo que aumenta exponencialmente la polarización y la crispación política, achicando el espacio para vías constructivas.

Hoy Venezuela es un asunto profundamente divisivo que reside permanentemente en el orden del día de algunas instituciones comunitarias azuzado por intereses espurios. Es el caso del Parlamento Europeo, donde la derecha europea, liderada por sus respectivas delegaciones españolas, ha encontrado en este asunto el vehículo para instrumentalizar una política de oposición y desgaste que parece obedecer más a una agenda de política interna en algunos Estados miembros que al interés general de la ciudadanía europea y venezolana.

Esta estrategia pasa por cuestionar, deslegitimar e incluso tratar de impedir cualquier esfuerzo por parte de la UE para facilitar un intento de acercamiento entre los actores implicados en la crisis venezolana. Consiste también en intentar implantar un veto al diálogo con los actores que ostentan el poder de forma factual en el país, contravenir una eventual posición coherente de las distintas instituciones europeas al respecto, situando al Parlamento fuera del consenso con el Consejo y la Comisión, y no descartar las falsas expectativas sobre una potencial intervención militar extranjera en el país en base al principio de la responsabilidad de proteger.

 

«La estrategia de la derecha europea, liderada por sus respectivas delegaciones españolas en el Parlamento, pasa por cuestionar y deslegitimar cualquier esfuerzo por parte de la UE para une acercamiento entre los actores de la crisis venezolana»

 

Tal estrategia parece responder en exclusiva a los intereses de una parte de la oposición venezolana que vive alejada, física y políticamente, de la realidad del país, a la par que hace ostentación de su sintonía con las fuerzas políticas de derecha en España.

Con el tiempo, la estrategia de reconocimiento de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela parece haber sido objetivamente infructífera, fallando en su objetivo último de generar un cambio de régimen en base a una presión internacional redoblada. Tal maniobra podría incluso calificarse como contraproducente, puesto que ha servido para compactar las distintas corrientes dentro del régimen y alejar a un sector de la oposición de la vía del diálogo, permitiéndoles el acceso a los recursos de Venezuela en el exterior. El exilio político, aun reconociéndole una cierta autoridad moral, corre el riesgo de, desde su acomodado asentamiento en Madrid, desconectarse paulatinamente de la realidad del país y caer en un juego de incentivos y desincentivos que puede dificultar la llegada gradual a acuerdos.

La UE está ante una verdadera quimera. Sin embargo, aún con un régimen que se aferra al poder y una oposición dividida, tan solo hay una vía que pueda dar frutos: el diálogo y las elecciones. Un diálogo transparente con todos los actores, tanto del régimen como de la oposición, y bajo la mediación internacional debe ser el primer paso para allanar un eventual camino de reencuentro y reconciliación que requiere también de una desescalada de la retórica agresiva. Para fomentar este diálogo sería altamente conveniente el nombramiento mutuo de embajadores y solventar el vacío diplomático generado por la reciente expulsión de la embajadora de la Unión en Caracas, Isabel Brilhante. El reciente nombramiento de un nuevo Consejo Nacional Electoral con mayor presencia opositora, fruto del esfuerzo de algunos sectores de la sociedad civil y de la oposición y del chavismo más moderado, es también una noticia, si bien insuficiente, esperanzadora.

La Unión Europea debe conseguir despolitizar su acción exterior para Venezuela y apostar por jugar un papel constructivo en fomento del diálogo y el acuerdo para una eventual reconciliación venezolana. No hay tiempo que perder.

3 comentarios en “La quimera venezolana

  1. El problema no es de acercamiento , ni de tolerancia , cuando un regimen de Venezuela , manifiestamente no solo no respeta la vida y la hacienda de sus propios ciudadanos , sino que permanentemente exporta la sedición en toda América Latina.
    Por si esto no bastara se alía, con narcotraficante y en su propio territorio acoge a terroristas que secuestran a soldados de su Ejercito. Y cuidémonos porque fomenta la división bajo falsas banderas entre los paises Latinoamericanos El redimen es una amenaza por si misma de las mas graves de toda la historia de este bendito continente

  2. Yo, es que comentarios como el de D. Enric Lopez Jurado, me muestran desde mi punto de vista, la poca compresión del actual regimen vigente en Venezuela, mi trabajo fin de Grado en 2016 fue precisamente sobre el engaño a un pueblo, pero no hablo solo de Chavez, los políticos de la llamada IV republica auténticos populistas. garantizaron desde 1958 y ya no digamos tras la implantación de la Venezuela Saudita en 1974 que todas las necesidades estarían cubiertas, empleo, vivienda, alimentos etc, cuando CAP a partir de Febrero de 1989, intento introducir un poco de cordura en el modelo económico vino el caracazo y los dos golpes de estado, sino había recursos no era debido a que los ingresos disminuían, sino a que los politicos robaban.
    En fin el resto lo sabemos, pienso que los chavistas no van a soltar el poder A NINGUN PRECIO, las negociaciones son solo un decorado, en mi posgrado no pude profundizar en este tema porque hice un posgrado en Econometría, pero aquí en España esta el 15M, parecidísimo, politicos garantizan a los jóvenes una vida mejor ya subvencionada, revienta burbuja en 2008, jóvenes decimos, hay dinero pero politicos lo roban
    En fin afortunadamente de momento España no es Venezuela

  3. Lo primero que habría que preguntarse es porque EEUU no levanta el bloqueo económico que tanto atormenta al pueblo venezolano. Luego permitir a ese mismo pueblo elegir sus autoridades como lo hace cualquier país de Europa. Si no entendemos que lo que está en disputa son los recursos naturales de Venezuela, no entendemos nada. Sino pregúntense porque no hay comentario alguno de Colombia, sumida en la violencia, siendo el principal país proveedor de drogas a EEUU y con la mayor cantidad de bases militares de ese país.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *