La vía británica: abierto por negocios

 |  23 de marzo de 2012

 

El gobierno británico ha decidido mantener su apuesta económica para el país. No ha sido una decisión fácil. Una fuerte corriente en contra del sector financiero recorre Occidente. En Francia y Estados Unidos, gran parte de la sociedad aboga por más impuestos a los ricos y una mayor regulación de las finanzas. Centro financiero global, la City no solo mantendrá su estatus protagonista y libre de trabas. El nuevo presupuesto británico está diseñado para favorecer a las grandes compañías internacionales y a sus empleados mejor pagados. “Descaradamente” pro-negocio, como se reconoce el canciller del Exchequer y ministro del Tesoro, George Osborne.

Reino Unido lleva siglos especializada en servicios financieros a gran escala: banca de inversión, auditoría, seguros, etcétera. Tendencia que se ha acelerado en las últimas décadas: entre 1880 y 1990 los activos bancarios británicos rondaron el 50% del PIB; hoy suponen el 500%. En los últimos tiempos, parecía que la tendencia era restar importancia a ese sector. Su estandarte, la City de Londres, parecía más motivo de vergüenza que de orgullo. Sin embrago, la señal de que las cosas no iban a cambiar, menos aún con un gobierno conservador al frente, pudo verse ya en la cumbre europea del 9 de diciembre de 2011.

Entonces, el primer ministro británico, David Cameron, planteó una una serie de exigencias a cambio de apoyar las propuestas para reforzar el euro. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, no tardó en contestar al premier británico: “Querido David, tienes todo mi afecto, pero tus condiciones no son aceptables”. La intención de Cameron, más allá de aplacar a su electorado euroescéptico, era la defensa de la City.

En la cumbre, Cameron pidió sobre todo tres cosas. Primero, que la Autoridad Bancaria Europea mantenga su sede en Londres. Segundo, que no se utilice la mayoría cualificada para decidir las contribuciones de los bancos a los fondos públicos para protección de los depositantes, sino la unanimidad. Tercero, el conflicto de las cámaras de compensación por el que Reino Unido ha llevado al Tribunal de la Unión Europea al Banco Central Europeo. Los británicos temen perder el negocio de las operaciones financieras denominadas en euros, más de la mitad de las cuales se realizan en la City y suponen miles de millones. La industria financiera londinense representa en torno al 10% del PIB del país.

 

Presupuesto 2012

Este presupuesto supone un paso más en la defensa del modelo británico. Osborne ha propuesto un recorte hasta el 24% del impuesto de sociedades (actualmente está en el 26%), con la intención de dejarlo en un 22% en 2014. Esto situará al Reino Unido en una posición ventajosa respecto a otras grandes economías, al ser un 18% inferior al que se aplica en Estados Unidos, un 16% menos que en Japón, un 12% menos que el impuesto de sociedades en Francia e inferior en un 8% al de Alemania. En cuanto a los cambios en el impuesto sobre la renta, el tipo máximo baja del 50% al 45%. Las personas con unos ingresos anuales superiores a las 150.000 libras (179.000 euros) pagarán 45 peniques por cada libra que ganen.

El cambio puede ser más simbólico que fiscal, pues los ricos tendrán que pagar más por otras vías, pero los símbolos importan, según apunta The Economist. “Este presupuesto manda un mensaje no solo acerca de la relación del Reino Unido con el mundo, sino también sobre la naturaleza de su economía”. En 2010, cuando las heridas de la crisis financiera estaban aún abiertas, en las islas británicas se hablaba de que el país no debería depender tanto de los servicios financieros y sí redescubrir la industria de las manufacturas y las pequeñas y medianas empresas. “Se esperaba que Reino Unido se convirtiese en una especie de Alemania, pero con mejores restaurantes”, señala The Economist.

Reino Unido, sin embargo, no es Alemania. En 1999, las exportaciones alemanas equivalían al 29% del PIB del país. En 2008 eran ya el 47%. En ese periodo, la contribución neta de las exportaciones al PIB (exportaciones menos importaciones) se multiplicó por ocho. En Reino Unido (al igual que en EE UU) fue el el sector financiero el que experimentó un crecimiento similar.

De acuerdo con las señales que envía el presupuesto para 2012, a medio plazo Reino Unido no tiene ninguna intención de parecerse a Alemania. Han decidido que lo sensato es centrarse en lo que mejor saben hacer: las finanzas. Habrá que esperar para comprobar si la apuesta resulta acertada. Por el momento, las previsiones de crecimiento están en el 0,8% para 2012 y 2% para 2013.

 

Para más información:

The Guardian, «Budget 2012: the experts’ verdict». Artículo, marzo 2012.

The Economist, «Britain’s budget: This way, sir». Artículo, marzo 2012.

José Enrique de Ayala, «Carta de Europa. Una refundación con poco fundamento». Política Exterior 145, enero-febrero 2012.

Andreu Missé y Walter Oppenheimer, «Europa se rompe por la City». El País, diciembre 2011.

Borja Bergareche, «El paso atrás del Estado y el descontento británico». Política Exterior 144, noviembre-diciembre 2011.

 

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