De ser exitoso, el acuerdo comercial con el Mercosur sería el segundo más importante para la UE en términos económicos después del que tiene con Japón. CASA DE AMÉRICA

Los obstáculos en el camino a un acuerdo UE-Mercosur

Alicia García Romero
 |  24 de octubre de 2017

El proteccionismo y aislacionismo de la actual administración estadounidense contrastan con la apuesta por la apertura comercial y la integración tanto en Europa como en América Latina. Pero la voluntad política a veces no es suficiente, como ilustra los problemas para la firma de un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. Ambos actores tienen una historia en común de negociaciones intermitentes que en los últimos meses parecen haber alcanzado la mayoría de edad. ¿Se vislumbra un acuerdo en el horizonte?

En 1995, cuatro años después del nacimiento del Mercosur, la UE inició con este las negociaciones de un tratado de libre comercio, firmando un Acuerdo Marco Interregional de Cooperación UE-Mercosur, que entraría en vigor en 1999. A través de este acuerdo ambos actores emprendieron negociaciones para promover la cooperación político-económica y estimular un mayor acercamiento en sus relaciones comerciales.

En el año 2000 se iniciaron negociaciones para un Acuerdo de Asociación Birregional, pero se suspendieron en 2004 sin llegar a buen puerto. Las negociaciones para un acuerdo de libre comercio se relanzaron en mayo de 2010 en la cumbre UE-ALC de Madrid. Desde entonces han tenido lugar múltiples rondas de negociaciones que han ido preparando un nuevo intercambio de ofertas. Pero en 2012 las negociaciones se paralizaron de nuevo. No fue hasta mayo de 2016 que se reanudó el diálogo, en parte gracias a los cambios políticos en Argentina y Brasil.

La última ronda de negociaciones –celebrada a principios de octubre en Brasilia– sirvió para constatar que buena parte de las dificultades para alcanzar un acuerdo decisivo son las diferencias en relación al sector ganadero. Este sector, altamente competitivo en los países del Mercosur, está protegido en la UE por subvenciones. Los bloques no producen bajo las mismas condiciones y con los mismos estándares, ya que los ganaderos de la UE tienen que plegarse a la legislación medioambiental en detrimento de su competitividad, pero con el respaldo de los subsidios comunitarios.

La posibilidad de que se produjera una entrada sin aranceles de los productos altamente competitivos del Mercosur al mercado europeo ha provocado fuertes recelos por parte de poderosos grupos de presión ganaderos. Por otro lado, para el Mercosur resulta esencial que el acuerdo incluya una amplia liberalización del sector agropecuario, uno de sus fuertes, donde se ubican sus mayores ganancias potenciales.

 

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En las últimas negociaciones, las cuotas de exportación sin trabas de vacuno y etanol ofrecidas por la Comisión Europea resultaron insuficientes para los miembros del Mercosur y excesivas para Estados miembros como Francia e Irlanda. A pesar de que en las conversaciones de 2010 se prometió que no se harían ofertas inferiores a las de las negociaciones de 2004, las cuotas ofrecidas por la UE en las actuales negociaciones son menores. La oferta de la UE está lejos de contentar a ningún bando.

La falta de consenso en relación a esta sensible cuestión explica el bajo rendimiento de las negociaciones y la división dentro de la UE, con países como Alemania, Italia y España por un lado –ansiosos de cerrar un trato antes de finales de año– y, por otro, Francia e Irlanda, que ven un acuerdo como una amenaza para su sector ganadero.

Algunas voces desde Francia señalan el hecho de que las negociaciones descansan en un mandato de casi veinte años de antigüedad, por lo cual sería conveniente su renovación, incluyendo previsiones de seguridad alimenticia, ya que el marco para las negociaciones fue hecho en un momento en que no se aplicaban normas de sanidad y medioambiente y los hábitos de consumo eran diferentes.

Sin embargo, entre gran parte de los participantes se da una voluntad generalizada de anunciar la conclusión de un acuerdo –o al menos un mínimo consenso– en diciembre, durante la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Buenos Aires. La idea es firmar un acuerdo político de mínimos a negociar más adelante, demorándose en las cuestiones técnicas más espinosas.

Si bien el objetivo inicial es negociar un acuerdo comercial que reduzca impuestos aduaneros, elimine barreras al comercio de servicios, permita acceso a las licitaciones públicas e inversión extranjera, introduzca medidas arancelarias, regulaciones sobre servicios y proteja la propiedad intelectual; durante estos casi veinte años de idas y venidas, las negociaciones parecen más un ejercicio de exploración de límites que un proceso que pueda conducir a un acuerdo de libre comercio.

De ser exitoso, el acuerdo comercial con el Mercosur sería el segundo más importante para la UE en términos económicos después del que tiene con Japón. Aliviaría a las empresas de la UE del pago de derechos de aduana por exportación, beneficiaría la creación de puestos de trabajo, la competitividad y el crecimiento económico. La inclusión de empresas europeas en las compras públicas otorgaría nuevos derechos a las multinacionales europeas. El acuerdo también reforzaría un patrón de comercio Norte-Sur, ya que la UE provee bienes industriales y el Mercosur materias primas y derivados.

En su inicio, las conversaciones bilaterales formales significaron el reconocimiento explícito del Mercosur como un actor en el sistema comercial internacional. Desde entonces, y en ausencia de acuerdos, los flujos comerciales entre la UE y el Mercosur ya son muy intensos. Además, la UE ya cuenta con acuerdos bilaterales con los países miembros del Mercosur, que establecen una estructura para tratar asuntos comerciales. Para el Mercosur, la UE es un importante socio comercial y de inversiones, su mayor mercado de exportaciones y el principal inversionista extranjero en la región.

El modo en que se traten las cuestiones controversiales, en busca de un punto intermedio que satisfaga a todas las partes, será decisivo para alcanzar un acuerdo en diciembre. Para ello, habrá que dar con una fórmula novedosa que aúne voluntad política y la capacidad negociadora para sortear, de una vez por todas, los viejos obstáculos.

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