La directora de Afghan Women Coordination and Promotion Organization, Shukria Jalalzay, durante la charla organizada por Incipe/PE

“Es necesario un Estado fuerte para garantizar los derechos de la mujer en Afganistán”

Isabel Gacho Carmona
 |  27 de noviembre de 2019

Desayuno de trabajo sobre ‘Derechos Humanos en Afganistán: el estatus de las mujeres’, a cargo de Shukria Jalalzay.

Shukria Jalalzay dedica más de 12 horas al día a defender los derechos de mujeres y niñas en Afganistán. Ni las amenazas de los talibanes la frenan. “Tengo que trabajar, no por mí, sino por mi país, por las futuras generaciones”. Jalalzay es la directora de Afghan Women Coordination and Promotion Organization, una organización que lleva a cabo iniciativas para el empoderamiento de las mujeres desde Kabul, sobre todo en materia de educación. “Cuando tienes habilidades, tienes dinero, y con dinero tienes acceso a la sanidad, a la justicia, a más educación, a mejores trabajos… en definitiva, puedes tomar tus propias decisiones”. En un país donde muchas mujeres ni siquiera tienen acceso al paracetamol sin consentimiento de sus maridos, la formación puede ser la llave que abra la puerta a la libertad.

La economista y activista ha visitado recientemente la sede de Incipe en Madrid para hablar sobre la situación de las mujeres en materia de Derechos Humanos en Afganistán. “Voy a presentar los avances, apoyados por el Estado, pero después, aunque lo siento, no tengo buenas palabras. Estamos en guerra”, aseguró nada más empezar. La guerra lo impregna todo. Por más que las cifras arrojen esperanza, Jalalzay deja claro que el Estado es débil, que los talibanes tienen fuerza y que el conflicto y la corrupción no se pueden sacar de la ecuación.

A su juicio, el principal objetivo que debe defenderse en las negociaciones con los talibanes es reforzar las instituciones del Estado: “Es crucial para las mujeres que el Estado sea fuerte, si no, no puede haber derechos”. Aunque desde el Estado se reconoce la igualdad legal, “en Afganistán la situación sigue siendo mucho más difícil para las mujeres en todos los ámbitos, por lo que son necesarias medidas de discriminación positiva”.

 

“En Afganistán la situación sigue siendo mucho más difícil para las mujeres en todos los ámbitos, por lo que son necesarias medidas de discriminación positiva”

 

No obstante, en materia de educación es cierto que las cifras son esperanzadoras: en 2018, las chicas representaron casi el 40% del alumnado general y alrededor del 25% del universitario. Pero las barreras siguen siendo muchas. La primera, señaló Jalalzay, la calidad de la educación básica es muy mala “cerca de la calidad cero. Hay guerra, hay corrupción y no hay capacidad para mejorarla”. Así que, pese a las cifras, no existe una capacitación real en la educación básica, aunque la calidad mejora a nivel universitario. A esta situación se le añaden los problemas estructurales que impiden el acceso a la educación a las niñas: falta de recursos económicos de las familias, de infraestructuras, problemas relacionados con la seguridad o trabas culturales que impiden el permiso familiar. “La mentalidad de muchas familias es que las hijas no son suyas. Se casarán y se irán, así que no merece la pena invertir en ellas”.

En el acceso al trabajo, por su puesto, las trabas también sobran. Empiezan con el bajo nivel de formación en la población femenina, pero también juegan un papel crucial las barreras culturales, la corrupción, la discriminación, la carga del trabajo doméstico o la “falta de permiso familiar”: maridos apelando a la violación de su “honor” como proveedores. Pese a todo, se calcula que las mujeres ya representan un 21% del funcionariado. “No es suficiente, pero es un buen número”, apuntó Jalalzay. Un caso particular es el de las fuerzas de seguridad, donde las féminas son tan solo un 2,15% en la policía y no llega ni al 1% en el ejército. “A muchas mujeres el mero hecho de querer formar parte de las fuerzas armadas les supone el divorcio”.

Pero quedan muchos retos en otros ámbitos. Y todos interconectados. En el acceso a la salud, continúan siendo muy elevada la mortalidad materna, por ejemplo. En este sentido, Jalalzay señaló a la corrupción como el mayor problema del sistema sanitario y lo ilustró relatando un drama personal. “Mi cuñada fue a dar a luz estando de ocho meses y necesitaba una inyección, pero el médico solo tenía una y quería vendérsela a otra paciente. Estamos hablando de una inyección de 500 afganis, unos 5 euros. Finalmente la vendió. Mi cuñada empeoró mucho y la llevamos a otro hospital. Mi sobrina nació muy guapa y muy sana, pero mi cuñada murió”.

 

Matrimonio infantil, pobreza y corrupción

Otro reto al que debe enfrentarse el país es el del matrimonio infantil. “Los problemas que subyacen aquí son la pobreza y la corrupción judicial”. En primer lugar, es la pobreza lo que lleva a las familias a arreglar matrimonios con hombres mayores a cambio de dinero. Sin embargo, cuando esto sucede, el drama no acaba ahí. “Cuando él muere, ellas se quedan viudas, con hijos pequeños y sin ningún tipo de ayuda para mantenerse”. En segundo lugar, el matrimonio forzoso está tipificado específicamente en una ley que, “aunque no consiguió ser aprobada en el parlamento debido a la oposición de los fundamentalistas, sí ha sido firmada por el presidente Ashraf Ghani Ahmadzai y ahora se aplica. Es un crimen y tiene un castigo específico. El problema viene con el sistema judicial, desafortunadamente.”

Por activista, por mujer, o sencillamente por afgana del siglo XXI, Jalalzay narró experiencias cercanas muy duras para cada problema. “Tenía una amiga periodista que no podía ejercer porque su marido no la dejaba. Cuando fue ante la justicia para obtener el divorcio, el juez le dijo ‘muy bien, pero primero te casas conmigo, y luego yo te consigo el divorcio’. Afortunadamente ella fue muy lista y grabó la conversación. Él perdió su trabajo. ¿Qué quiero decir con esto? que tenemos buenas leyes, pero estamos en guerra y sencillamente no se pueden implementar correctamente”.

Durante la charla se abordaron algunos asuntos con un tono más triunfalista que el empleado por Jalalzay, más avances de la situación, haciendo hincapié en cómo era el punto de partida. Así, se recordó que en 2001, cuando cayó el régimen talibán, no había ninguna mujer en el sistema educativo. Se mencionaron mejoras como el creciente papel de las mujeres en sectores como las artes, los negocios o la joya de la corona: el hecho de que tanto ante Estados Unidos como ante Naciones Unidas las embajadoras sean mujeres. “Es un gran logro, desde luego -reconoce la activista Jalalzay-. También tenemos muchas viceministras pero necesitamos tiempo. No es posible recuperar tan rápido todo lo que hemos perdido con la guerra. Estos avances son reales, pero yo me fijo en los problemas. ¿Por qué? La razón es que nos encontramos en un momento crítico, en medio de las negociaciones de paz, y se decidirá si la balanza cae hacia el lado del Estado o hacia el lado talibán. Así que me fijo más en los problemas para que la comunidad internacional no nos abandone. Los logros conseguidos no son solo nuestros. Se han alcanzando pagando el precio de muchas vidas, tanto de la comunidad internacional como de afganos”.

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