Presencia militar alemana exterior: ¿más que un gesto?

Marcos Suárez Sipmann
 |  10 de diciembre de 2015

Alemania hasta ahora había participado con sus fuerzas armadas en misiones en Kosovo (1999) y Afganistán (hasta 2014). El 3 de diciembre la cámara baja, el Bundestag, dio luz verde a la intervención en Siria. La titular de Defensa, Ursula von der Leyen, como la mayoría de la clase política alemana, evita emplear la palabra guerra. Utiliza el concepto de una intervención que, eso sí, califica de difícil y peligrosa.

La amplia coalición de gobierno que lidera la canciller Angela Merkel tiene cerca del 80% de los escaños. Así, en una sesión de menos de hora y media, 445 diputados votaron a favor, 146 en contra y siete se abstuvieron. Se opusieron los diputados de La Izquierda y Los Verdes, a los que se unieron 30 representantes de la coalición gubernamental: 28 socialdemócratas y dos conservadores.

¿Significa esto un giro en su política exterior? ¿Implica un compromiso más decidido con la política de defensa de la Unión Europea?

La respuesta a la primera pregunta es no. La decisión, que ha generado fuerte polémica y críticas de la oposición, responde a la petición de ayuda de Francia tras los atentados del 13 de noviembre en París y no supone un replanteamiento alemán en cuanto a su presencia militar en el exterior. Setenta años después de la Segunda Guerra mundial, Alemania sigue siendo cautelosa y extremadamente reacia a la hora desplegar sus fuerzas fuera de la OTAN.

Berlín llevará a Siria seis aviones caza del tipo Tornado para tareas de reconocimiento y logística, aviones cisterna de abastecimiento en vuelo y una fragata para apoyar al portaaviones francés Charles de Gaulle. A ello se agrega el envío de 1.200 soldados. La operación incluye satélites que pueden captar imágenes día y noche en cualquier condición climática. Se incrementará el número de efectivos en Malí, para alcanzar un total de 800 soldados, y se enviarán otros 50 a entrenar combatientes kurdos peshmergas en Irak. El coste aproximado de la acción es de 140 millones de euros y tiene como fecha límite el 31 de diciembre de 2016, aunque lo más probable es que se extienda.

 

Setenta años después de la Segunda Guerra mundial, Alemania sigue siendo cautelosa y extremadamente reacia a la hora desplegar sus fuerzas fuera de la OTAN

 

Será la mayor misión del ejército alemán en el extranjero. Pero no hay que engañarse, la intervención en Siria es, ante todo, un gesto simbólico de solidaridad con Francia. Como la de 2001 en Afganistán lo fue con Estados Unidos. Es una demostración de auxilio que no responde a una verdadera necesidad estratégico-militar.

Alemania no realizará ningún bombardeo sobre Siria o Irak, a diferencia de EE UU, Rusia y sus vecinos Francia y Reino Unido, que inició el 3 de diciembre una campaña de ataques aéreos. La parte esencial de la intervención corre a cargo de EE UU, el motivo de Francia es la venganza por el atentado y las razones de los conservadores en Gran Bretaña obedecen al intento de fortalecer su muy debilitado status internacional. La confusión en cuanto al papel de Bachar el Asad alimenta las dudas en Alemania, aunque Von der Leyen insiste en que no habrá cooperación alguna con las tropas bajo el mando de El Asad.

La palabra guerra sigue siendo tabú. Solo es utilizada por los que cuestionan la acción: “No está claro ni el área ni la duración de esta nueva guerra contra el terrorismo, tampoco la estrategia política”.

Los ciudadanos se muestran entre reticentes y escépticos al envío de fuerzas, excepto en misiones de paz. No es solo por el pasado militarista. Según distintas encuestas, la mayoría –entre 63 y 75%– teme que la intervención de su país aumente la probabilidad de atentados. Los sondeos difieren en cuanto al apoyo, con cifras que van del 46 al 58%. Mas existe consenso en cuanto a saberse en la mira de los terroristas como los demás europeos y a la imposibilidad de derrotar el autoproclamado Estado Islámico sin violencia.

La asociación de los militares alemanes critica la “falta de planificación”. Como afirma André Wüstner, presidente del Bundeswehrverband, “necesitamos objetivos claros”, y llamó a “aprender de las lecciones de Irak, Libia y Afganistán”, cosa que no se ha hecho. Prevé una duración de hasta diez años para la misión. Lamenta asimismo el estado de las fuerzas armadas y, en especial, de la fuerza aérea, que dista de ser óptimo.

 

Hay consenso en cuanto a saberse en la mira de los terroristas como los demás europeos y a la imposibilidad de derrotar al Estado Islámico sin violencia

 

El ejecutivo argumenta que el EI representa una amenaza a la seguridad internacional. Se fundamenta jurídicamente en el artículo 51 de Naciones Unidas sobre autodefensa colectiva, con la resolución del Consejo de Seguridad impulsada por Francia a favor de aplicar “todas las medidas necesarias” para combatir al EI y con la solicitud francesa de contar con ayuda conforme a los Tratados de la UE, así como el artículo 24.2 de la Constitución. Para la oposición no es suficiente. Expresa sus dudas señalando que “considerar la parte del derecho internacional que conviene políticamente, abre la puerta a la arbitrariedad total”. Y alega que la Ley Fundamental “plantea límites incluso más estrictos”.

En  cuanto a la segunda cuestión, el compromiso con la política de seguridad y defensa de la UE, cabe sostener que es a lo que Alemania está dando más valor.

Demuestra su solidaridad sin fisuras con Francia, su aliado más directo. Al mismo tiempo, la mayor capacidad militar de París emerge frente al poderío de Berlín, potencia económica de la UE. Todo ello contribuye al retorno a una situación política más equilibrada reforzando el eje franco-alemán, fundamental para el proceso europeo.

Esto es de capital importancia en una Unión debilitada cuya integración quedó ralentizada por la crisis del euro y ahora seriamente obstaculizada por la avalancha de refugiados. Alemania ha recibido este año alrededor de un millón de personas en busca de asilo. Berlín sabe que la respuesta ante este reto, al igual que la resolución de conflictos como el de Siria y la lucha contra el terrorismo, solo puede ser conjunta.

El elemento militar es parte integrante –aunque no cardinal– de la ofensiva para terminar con el EI. Existe actualmente toda una agitada retórica bélica en nuestros gobiernos y sociedades sobre si nos encontramos o no en la Tercera Guerra mundial. Palabrería inútil que solo beneficia al EI. En medio de tanto desconcierto y confusión vale la pena recordar las palabras del ministro de Exteriores socialdemócrata, Frank-Walter Steinmeier: “Las acciones militares no bastarán para superar el problema”. Son las escuetas y concisas palabras –a veces por ello desestimadas– de un político pragmático, experimentado y sereno. Estos aspectos, junto a las aportaciones materiales y recursos humanos, reafirman más allá del gesto el compromiso alemán en la defensa y seguridad colectivas.

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