El presidente ruso Vladimir Putin en una reunión con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan (no aparece en la imagen) en Teherán, Irán, el 19 de julio de 2022. (ALI BALIKCI/ GETTY)

Putin afianza su autocracia

Putin ha acumulado tanto poder que los antiguos secretarios generales del PCUS lo envidiarían. Y, mientras controla medios y narrativas y la lista de represaliados no deja de crecer, también lo hace su popularidad. El apoyo a su figura ha subido 10 puntos desde febrero, hasta rondar el 83%.
Luis Esteban G. Manrique
 |  2 de agosto de 2022

De todos los objetivos que Vladímir Putin se fijó cuando lanzó su “operación militar especial”, solo uno de ellos –el más importante para la supervivencia de su régimen– se ha cumplido a cabalidad: la última fase de la captura del Estado ruso por los siloviki. Los antiguos agentes de la KGB, de la que Putin fue agente durante 16 años, han laminado a la oposición –encarcelándola, envenenándola,  desarticulándola…– y liquidado las residuales libertades públicas de los rusos.

Desde el 24 de febrero, cuando comenzó la invasión, la policía ha detenido a unas 16.000 personas aplicando el nuevo código penal que castiga con hasta 15 años de cárcel la difusión de “noticias falsas” sobre la guerra. Más de 150.000 rusos han preferido el exilio que terminar en Lefortovo, la prisión de  Moscú que se está convirtiendo en una más de las islas del emergente archipiélago Gulag que está construyendo el FSB, el servicio federal de seguridad ruso que heredó hasta los viejos cuarteles de la KGB en la plaza moscovita de Lubyanka.

Según escribe William Taubman, biógrafo de Nikita Jrushov y Mijail Gorbachov, en Foreign Policy, los antiguos secretarios generales del PCUS envidiarían el poder que ha concentrado Putin en sus manos. En 1964, en un golpe palaciego, el Soviet Supremo, el Comité Central y el Politburó destituyeron a Jrushov. No parece probable que le suceda algo similar al nuevo amo del Kremlin, que como espía sabe mucho de intrigas y conspiraciones y cómo abortarlas.

 

NKVD, KGB, FSB…

En 1991, en cuanto llegó al poder, Boris Yeltsin eliminó la supervisión parlamentaria de los servicios de inteligencia y seguridad. Ahora el FSB se ha hecho cargo de reprimir a los nuevos refuseniks –científicos, militares, abogados, periodistas…– y de las operaciones en los territorios ocupados en Ucrania, con lo que su modelo ha dejado de ser la KGB, según aseguran en Foreign Affairs Irina Borogan y Andrei Soldatov. Sus nuevas funciones, señalan, se parecen más a las que tenía la NKVD, la policía secreta de Stalin, que se encargaba de las purgas políticas, el programa nuclear y el espionaje exterior, entre otras misiones de las que sus mandos solo respondían ante Stalin y Lavrenti Beria, su jefe entre 1938 y 1953, cuando murió ejecutado por órdenes de Jrushov.

 

«Las nuevas funciones de la FSB se parecen más a las que tenía la NKVD, la policía secreta de Stalin, que a las de la KGB»

 

Según el centro de Levada de Moscú, el actual apoyo a Putin ronda el 83%, 10 puntos más que antes de la invasión. Es explicable. Un 75% de los rusos cree que su país necesita un “hombre fuerte” en el Kremlin. Mijail Piotrovsky, director del Museo Hermitage de San Petersburgo, explica con una mezcla de nostalgia soviética y arrogancia cultural, que los rusos “somos todos imperialistas y militaristas (…) Rusia se reafirma en la guerra”.

En 2014, la anexión de Crimea rejuveneció el mandato de Putin y sostuvo su popularidad durante años, hasta que en 2019 comenzó a caer después de que el gobierno subiera la edad de jubilación. En septiembre de 2021, solo el 46% estaba dispuesto a reelegirle. En mayo eran el 72%.

 

Guerra de desgaste prolongada

Según Taubman, Putin está convencido de que una guerra de desgaste prolongada dejará exhaustos a sus enemigos antes que a Rusia. Pese a sus dificultades en Ucrania, Rusia tiene aun el quinto mayor ejército del mundo, con 900.000 efectivos y dos millones de reservistas.

Aunque fuentes de inteligencia británicos estiman que el ejército ruso ha perdido en Ucrania unos 25.000 hombres entre muertos y heridos y un millar de tanques de una fuerza invasora de 300.000 efectivos, incluidas las unidades de apoyo, la histórica subordinación de los militares –rusos y soviéticos– al poder civil garantiza la seguridad de los siloviki en ese flanco.

 

«Las webs del ministerio de Defensa ruso ofrecen sueldos de entre 2.000 y 6.000 dólares mensuales a cualquiera que sepa disparar un lanzagranadas»

 

Para no tener que recurrir a una movilización general, Moscú está intensificando sus compañas de reclutamiento de miembros de minorías étnicas –chechenos, dagestanos, buriatos…– para los que el ejército siempre ha sido siempre una fuente de trabajo. En junio, según Mediazona, murieron en Ucrania 225 dagestanos y 185 buriatos, frente a solo nueve moscovitas.

Las webs del ministerio de Defensa ruso ofrecen sueldos de entre 2.000 y 6.000 dólares mensuales a cualquiera que sepa disparar un lanzagranadas. Antes de la guerra, el sueldo medio de un soldado raso rondaban los 200 dólares mensuales.

 

¿Fin de la ‘Pax Americana’?

Al final, el ganador en una guerra no es el más fuerte sino el que está dispuesto a llegar hasta el fin, recuerda Piotrovsky. Las grandes potencias –como EEUU en Vietnam o Afganistán– suelen estar dispuestas a soportar grandes pérdidas y sacrificios para preservar su prestigio. Y muchas veces con razón. Moscú percibió la humillante retirada de Estados Unidos de Afganistán como una luz verde para reconstruir manu militari en Ucrania su antigua esfera de influencia.

Con una población y una economía tres veces mayor que la de Ucrania, incluso en el peor de los casos para sus intereses, Rusia fijará las condiciones de un armisticio como el que puso fin a la guerra de Corea en 1953. Según Bloomberg, este año Rusia ingresará 285.000 millones de dólares por sus exportaciones de gas y petróleo, frente a los 236.000 millones de 2021. Antes de la guerra, el país exportaba tres millones de barriles diarios. Hoy casi cuatro porque China, India y Turquía están comprando masivamente crudo ruso con descuentos de hasta 35 dólares por barril.

En enero, se pagaban 75 rublos por dólar. En marzo, 135, y hoy, 55, debido a los férreos controles de cambio. Las élites y las clases medias rusas no pueden usar sus tarjetas de crédito en el exterior, sus suscripciones a Netflix o viajar a la UE porque ya no tienen visados ni vuelos. Pero para el resto de los rusos –que viven en ciudades industriales pobres y aldeas rurales que dependen de los subsidios estatales–, la guerra apenas ha cambiado nada.

Debido a las sanciones, las importaciones han caído a la sexta parte –y las de semiconductores un 74%–, según el banco ruso Sberbank. Pero Rusia, como Irán y Venezuela, saben cómo utilizar múltiples tretas para burlar las sanciones occidentales. Mientras sus finanzas rusas permanezcan estables, Rusia tendrá clientes y socios comerciales.

En el reciente foro económico de San Petersburgo, el “Davos ruso”, Putin se jactó de que la disciplina fiscal y monetaria habían estabilizado el sistema financiero y el comercio exterior rusos. Vladislav Zubok sugiere en Foreign Affairs que si Gorbachov hubiese tenido a Anton Siluanov en el ministerio de Finanzas y a Elvira Nabiullina en el banco central, quizá el PCUS seguiría hoy en el poder en Moscú como el PCCh en Pekín.

 

Control de las narrativas y Estado policial

Con su control de los medios, el Kremlin controla también las “narrativas”. El informe de 2021 de Estrategia de Seguridad Nacional mencionó la historia y la memoria 30 veces. El ensayo de 2021 de Putin que aseveraba que Ucrania en sus fronteras actuales es un “proyecto anti-ruso” es hoy de lectura obligatoria en las academias militares.

 

«En 2019, una ley obligó a las operadoras a instalar un sistema que puede monitorear, filtrar, ralentizar y bloquear el acceso a ciertas webs»

 

En diciembre de 2021, un tribunal liquidó Memorial International, la más importante organización rusa de defensa de los derechos humanos. Las webs de la BBC, Radio Free Europe, Deustche Welle y Euronews y las plataformas de Twitter, Instagram y Facebook están bloqueadas desde fines de febrero. En 2019, una ley obligó a las operadoras a instalar un sistema que puede monitorear, filtrar, ralentizar y bloquear el acceso a ciertas webs.

La lista de represaliados no deja de crecer. El 7 de julio cumplió dos años en prisión Ivan Safronov, que en 2019 desveló un incendio a bordo del submarino nuclear Losharik en el que murieron 14 marineros. Ahora se enfrenta a una condena de 20 años por negarse a revelar sus fuentes. Los juicios se celebran a puerta cerrada. Los periodistas incómodos reciben mensajes de sus bancos que les dicen que sus cuentas han sido bloqueadas porque las investigaciones criminales que se han abierto en su contra.

Tras su detención el 17 de julio, Marina Ovsiannikova, que interrumpió en directo un telediario con un cartel contra la guerra, podría perder la custodia de sus hijos. A fines de marzo, Novaya Gazeta –el diario de Anna Politkóvskaya, asesinada en 2006, y cuyo editor, Dmitri Muratov, recibió el nobel de la Paz en 2021– cerró sus publicaciones por internet y en papel después de que publicara un número especial en ruso y ucraniano denunciando la invasión.

 

Cuenta atrás

Putin parece convencido de que la opinión pública en los países occidentales no tardará en rebelarse contra las privaciones y molestias que implica el apoyo de sus gobiernos a Kiev y que no tardarán en exigirle que lo presionen para que ceda a las exigencias territoriales de Moscú, que quiere cortar el acceso a Ucrania a las costas del mar Negro para asfixiar su economía.

 

«Moscú percibe que sus tácticas ya están dando frutos, con Boris Johnson y Mario Draghi como sus primeras víctimas y bajas más visibles»

 

Moscú percibe que sus tácticas ya están dando frutos, con Boris Johnson y Mario Draghi como sus primeras víctimas y bajas más visibles. Y en 2024 podría cobrarse la pieza mayor –Joe Biden– si Donald Trump regresa a la Casa Blanca, donde una de sus primeras decisiones podría ser sacar a EEUU de la OTAN.

El primer contacto anunciado entre el secretario de Estado, Antony Blinken, y el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, es una señal de que la realpolitik se está abriendo paso en la Casa Blanca. Lo hace en un momento en el que los Himars, lanzamisiles de hasta 80 kilómetros de alcance, que ha enviado a Ucrania están equilibrando la situación bélica sobre el terreno al compensar la abrumadora potencia de fuego de la artillería rusa.

Pero el hecho de que Rusia haya detenido su avance en una “pausa operativa” tras la retirada ucraniana del 2 de julio de Lysychansk, no quiere decir que  Ucrania esté en condiciones de recuperar territorio, como admite el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor de EEUU. Thomas Friedman en The New York Times y Fareed Zakaria en The Washington Post, coinciden en que Putin y sus fuerzas militares solo necesitan atravesar el invierno para imponer sus exigencias en la mesa de negociaciones.

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