Trump en una mesa presidencial
El presidente Donald Trump y el secretario de Estado Marco Rubio observan en la Sala de Situación la misión que ha destruido tres instalaciones iraníes de enriquecimiento nuclear, en la Casa Blanca, el 21 de junio de 2025, en Washington D.C. GETTY.

Trump, el Gran Perturbador

Donald Trump ha contribuido a socavar el orden mundial, corrompiendo o retirando algunos elementos de estabilidad. El bombardeo de Irán y el sometimiento de aliados en la OTAN van en este sentido, tras otras decisiones tomadas en su primer mandato y en los primeros meses del segundo.
Andrés Ortega
 |  1 de julio de 2025

Había tendencias en curso, pero Trump, entre su primer mandato y los primeros meses del segundo, ha perturbado lo que quedaba del orden mundial en el que nos encontrábamos, sin contribuir a la creación de otro nuevo, razonable y previsible. La pelota está sobre la red y, como en la película de Woody Allen Match Point (2005) no se sabe de qué lado caerá. Hay muchas posibilidades de que lo haga del lado del caos.

En Europa, como en el G7, se respira el miedo. Miedo de algunos europeos a Putin y lo que representa –al que Trump tiene en alta estima– y miedo, en el fondo, a sí mismos. Los europeos, acostumbrados a un hermano mayor, se han topado con un balandrón. Muchos viven el espejismo de que Trump y el trumpismo no van a durar más de cuatro años, por lo que prefieren contentarle, y luego ya se verá.

 

«El ataque contra Irán responde a una política exterior de ‘hipermasculinidad’, proyectando hacia afuera de una parte de la crisis sociopolítica interna estadounidense»

 

El ataque contra instalaciones nucleares en Irán ha violado la Carta de las Naciones Unidas. Representa, según un análisis, “el colapso catastrófico de las normas contra el uso de la fuerza”. O como apunta Alice Lassman, responde a una política exterior de “hipermasculinidad”, proyectando hacia afuera de una parte de la crisis sociopolítica interna estadounidense. Viola, además, si no la letra, el espíritu del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) del que tanto EEUU como Irán son parte (no Israel, pese a ser potencia nuclear no reconocida). Varios Estados o regímenes habrán sacado la conclusión de que, de haber dispuesto de armas nucleares, Irán no habría sido atacado. Tampoco Ucrania por Rusia. Esperemos pues más proliferación, dura o, al menos, sucia. Incluso si Irán se aviene a negociar tras el castigo.

No cabe olvidar que el programa iraní de energía nuclear lo impulsó Washington (en el marco del programa “Átomos para la Paz” de Eisenhower) en 1957 con el régimen del Sha, que llevó en 1967 a inaugurar el Centro de Investigación Nuclear de Teherán con un reactor de investigación TRR de cinco megavatios, suministrado por EEUU y alimentado con uranio altamente enriquecido.

Parece una constante de EEUU el generar sus propios monstruos. Sin embargo, tras la revolución de los ayatolás, Jomeini suspendió inicialmente el programa nuclear, considerándolo “poco musulmán”, no prioritario y demasiado vinculado a Occidente. Tras la guerra con Irak (con EEUU apoyando a Sadam Husein, que luego combatiría), Ali Jamenei lo reanudó, abriendo la cuestión no resuelta de si conducía a un componente militar o no. No hay que engañarse, lo nuclear –la energía antes que la bomba– seguirá siendo parte de la identidad de Irán, con el régimen que sea. Estamos ante un país con toda la civilización persa a sus espaldas.

Trump socavó, denunció y luego reanudó las negociaciones con los iraníes para un acuerdo que garantizara que nunca alcanzarán dicha capacidad destructiva. De haberla logrado, Arabia Saudí, como declaró uno de sus ministros hace tiempo, se habría dotado también de este armamento, para empezar, comprándolo en el mercado. La competencia saudí-iraní, define tanto o más la región que la cuestión de Israel, que nunca tolerará que Teherán la tenga, aunque ellos sí. La cautela saudí en esta crisis ha sido significativa.

Trump mandó bombardear sin consultar a ningún aliado, salvo a Netanyahu. Mientras tanto, los europeos estaban negociando una salida pacífica con los iraníes. ¡Ay, Europa, cómo te dejas maltratar así! Pero poco parece importarle a la mayoría de los gobernantes europeos, que se volcaron con Trump en la reciente cumbre de la OTAN.

Pese al apoyo general en la Alianza Atlántica al aumento del gasto en defensa y seguridad, Trump ha puesto en duda la credibilidad de la disuasión nuclear estadounidense en apoyo de Europa. Aunque la declaración final de la Cumbre de La Haya ha recordado el famoso Artículo culo 5 del Tratado de Washington, Trump ha señalado que está abierto a interpretación (y así es, pero se piensa, no se dice). Pese al compromiso de mayor gasto militar, Trump ha debilitado la credibilidad interna y externa de la OTAN que reposa sobre la confianza de los aliados en Estados Unidos.

No es solo la cuestión nuclear. Estados Unidos, que había impulsado un orden llamado “liberal”, ha contribuido a vaciarlo, a desregular el mundo. Trump destruye sin aportar una sola idea general sólida. Quizás piense que el orden es él, a su antojo. La imprevisibilidad y volatilidad, el comportarse de forma errática es su método, incluso su política.

En su primer mandato (2017-2021), Trump denunció el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, abandonó la Asociación Transpacífico (TPP), el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), el acuerdo nuclear con Irán (JCPOA), la UNESCO y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, y tomó medidas unilaterales en la OMS (Organización Mundial de la Salud) durante la pandemia del COVID-19.

En los pocos meses transcurridos de su segundo mandato, este año, ha vuelto a retirar a EEUU del Acuerdo de París (al que había regresado la Administración Biden); empezado la retirada de la OMS, y con decretos presidenciales mandado revisar otros casos; ordenado sanciones para imponer restricciones a funcionarios de la Corte Penal Internacional; decretado una reducción drástica de la ayuda internacional (USAID) de EEUU, tan esencial en tantos casos; rechazado los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y retirado todo apoyo a la UNRWA, la agencia para los refugiados, con especial incidencia en el caso de Gaza.

Además, ha amenazado con posibles reducciones de fondos a otras agencias de la ONU por presunta ideología contraria a EEUU, o lo que él considere tal. Y toda la cuestión comercial y de los aranceles punitivos, en contra de las reglas de la OMC (Organización Mundial del Comercio). EEUU, con Trump, primero, luego con Biden, se negó a nombrar los jueces para Órgano de Apelación de esta organización haciéndolo inoperativo. Luego se acusa a China de impulsar un orden mundial propio… Aunque el resurgimiento de China es el factor central de todo el cambio de ecuación global.

Trump no solo busca jibarizar el Estado, salvo en su dimensión de seguridad, sino desmontar el andamiaje internacional y global –incluido el comercial– que no sirva a lo que él considera los intereses de MAGA (Make America Great Again). Ahora bien, en cuanto al uso de la fuerza, en la que tiene un exceso de confianza desde la Segunda Guerra Mundial –y aún más tras la Guerra Fría– EEUU ha perdido, o al menos no ganado, casi todas las guerras en las que se ha metido, ilegales o legales.

Veremos a la larga qué pasa en Irán, y en la región, incluso si cayese el régimen de los ayatolás, nada popular, que el bombardeo puede haber reforzado. El impacto real del bombardeo sobre el supuesto programa militar nuclear iraní lo ponen en duda algunos análisis de los servicios de inteligencia estadounidenses y del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA).

La posición tomada por el Gobierno español separándose del arbitrario 5% del PIB en gasto en defensa y seguridad para dentro de 10 años, aunque razonada, tendrá un coste, para empezar de influencia. Pero uno siente una vergüenza nada ajena de que Europa, no digamos ya el secretario general de la OTAN, con sus comentarios aduladores “privados”, trate así a este presidente de EEUU, incluso si es para calmarle o pensando que en cuatro años habrá quedado fuera de la política.

Esta actitud de vasallos, ante más un emperador que un rey, es incompatible con la democracia. No podemos olvidar que está condenado por la justicia por “felonía” (delito grave en EEUU), y que alentó un golpe de Estado contra unos resultados electorales adversos (y ahora intenta proteger a Netanyahu de sus casos de corrupción). ¿Democracias contra autocracias, con estos mimbres? ¿Realmente se va a construir Europa sobre estos valores, los vasallajes y sobre votos y divisiones internas? ¿Hubiera sido mejor un choque? Tampoco. Hay un punto intermedio de equilibrio en la decencia, que acaba siendo de credibilidad de una Europa que aún aspira a una cierta “autonomía”.

Cuando se acerca el centenario de esa obra, cabe recordar que en La rebelión de las masas (1929-30), José Ortega y Gasset expresaba su escepticismo respecto a que Estados Unidos estuviera preparado para ejercer un liderazgo mundial, no por falta de poder, sino por carencia de una visión histórica o cultural global. “Los Estados Unidos han resuelto de modo sorprendente la técnica de la vida, pero no parecen tener ideas para organizar la historia. […] Se diría que son ricos para sí mismos, no para la humanidad. En rigor, no les interesa nada fuera de ellos mismos. […] Europa les es extraña. […] El norteamericano siente una profunda repugnancia hacia la historia.” Quizás es una opinión que cobra ahora una nueva actualidad.

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