El logotipo del Centro Wagner en su nuevo edificio en San Petersburgo, Rusia, el 30 de enero de 2023 (MAKSIM KONSTANTINOV/GETTY)

Wagner, la guardia pretoriana de Putin

El protagonismo del grupo mercenario Wagner en la guerra de Ucrania ha acabado con su antiguo secretismo. Hoy, su fundador, Prigozhin, se está posicionando como líder de facto de la facción que se opone al ‘establishment’ militar. Y muchos rusos hasta lo ven como un posible sucesor de Putin.
Luis Esteban G. Manrique
 |  15 de marzo de 2023

Antes de salir a la gira africana que lo llevó a Gabón, Angola, Congo y República Democrática del Congo, Emmanuel Macron dijo que Francia nunca más volvería a ser en un “chivo expiatorio” de nadie. Casi todos interpretaron sus palabras como una alusión a la retirada a lo largo del último año de las tropas francesas desplegadas en Malí, Burkina Faso y República Centroafricana en medio de una intensa campaña antifrancesa orquestada, casi siempre, por el Kremlin. La junta militar maliense –que en enero recibió en Bamako al ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov– expulsó al embajador francés, mientras que la junta burkinesa subrayó que ya habían pasado “los tiempos coloniales”, exigiendo el desmantelamiento de la base militar francesa de Kamboinsé.

La misión de estabilización de la ONU en Malí ha acusado a las fuerzas de seguridad de atropellos sistemáticos contra los derechos humanos, con el asesoramiento de “personal de seguridad extranjero”. Es una clara alusión al grupo Wagner, el ejército privado de Yevgeny Prigozhin, cuyas operaciones en África se han convertido en una extensión de la política exterior de Moscú. Rusia domina como pocos las oscuras artes de la intriga política y la venta de armas para intercambiarlos por lucrativos contratos de explotación de recursos naturales: oro, diamantes, petróleo, madera, uranio… Según el SIPRI, entre 2010 y 2021 las exportaciones de armamento ruso a África triplicaron a las de China, su segundo mayor proveedor.

Antes de partir a Gabón, Macron dijo que el objetivo de Wagner en África es proteger a golpistas y regímenes autoritarios a cambio de luz verde a sus operaciones predatorias en sectores extractivos. Según Bloomberg, desde su anexión de Crimea en 2014, Rusia ha triplicado sus reservas de oro, gran parte proveniente de Sudán, donde opera Meroe Gold, la filial minera de Wagner. Sus mercenarios ayudaron al régimen de Omar al Bashir a reprimir las protestas de 2019 que se cobraron un centenar de vidas de manifestantes en Jartum.

 

Fin del secretismo

El protagonismo de Wagner en la guerra de Ucrania ha acabado con su antiguo secretismo. En febrero de 2022, un reportaje de The New York Times señaló a Wagner como responsable del envío a Kiev de 400 mercenarios para asesinar a Volodímir Zelenski. Prigozhin ya no necesita ocultarse. En medio de la batalla de Bajmut, admitió por primera vez ser el fundador de Wagner.

Financial Times estima que su imperio exterior le generó ingresos de 250 millones de dólares en los cuatro años anteriores a la guerra. Según Sorcha MacLeod, investigadora que asesora a la ONU en asuntos de mercenarios, Wagner proporciona al Kremlin una coartada plausible para negar su participación en operaciones clandestinas en el exterior.

El cofundador de Wagner, Dmitry Utkin, bautizó así a la organización en homenaje al compositor alemán favorito de la cúpula del Tercer Reich. Utkin tiene el cuerpo cubierto de tatuajes de simbología nazi. De hecho, algunos analistas comparan a Wagner con las SA, el primer grupo militarizado nazi que creó títulos y rangos jerárquicos propios para sus 4,5 millones de camisas pardas.

Las SA jugaron un papel crucial en el ascenso al poder de Hitler, que se deshizo de ellos en los asesinatos de la noche de los cuchillos largos, entre el 30 de junio y el 1 de julio de 1934. Su jefe, Ernst Röhm, reclutó, como Progozhin, a los miembros de las SA en ambientes patibularios.

El propio Prigozhin cumplió nueve años de condena por asalto y robo antes de hacerse con el control de una cadena de restaurantes de lujo en San Petersburgo que llamó la atención de Vladímir Putin, que le concedió contratos para dar servicios de catering al ejército, hospitales y escuelas.

Hoy Prigozhin critica al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, y al general Valeri Gerasimov, comandante de las fuerzas rusas en Ucrania, por negarle municiones. En una nada habitual respuesta pública, el ministerio de Defensa ruso ha negado las acusaciones, criticando a Prigozhin por “ayudar al enemigo” al dañar la unidad de las fuerzas rusas.

Wagner no hubiese podido reclutar presos –incluidos asesinos y violadores– en cárceles rusas sin la autorización expresa de Putin, el único que, según la Constitución, puede otorgar perdones y amnistías. Dmitri Kiznets, analista del medio digital ruso Meduza, cree que Prigozhin se está posicionando como líder de facto de la facción que se opone al establishment militar. Mikhail Zygar señala en The New York Times que muchos rusos ven a Prigozhin como un posible sucesor de Putin, que, a su vez, lo está utilizando para contrapesar el poder de los militares.

 

El precio de la libertad

La suerte de Prigozhin va a depender del desenlace de la batalla de Bajmut, que se ha convertido en un Stalingrado en el Donbás por el empeño de ambos bandos en sacrificar tropas por una localidad de limitado valor estratégico, pero de gran valor simbólico. Zelenski ha dicho que seguirá enviando tropas de refuerzo a Bajmut.

El ministerio de Defensa británico estima que Wagner tiene 50.000 mercenarios desplegados en Ucrania, la mayor parte exconvictos a los que tras dos semanas de entrenamiento militar sus mandos envían en oleadas de ataques suicidas contra las posiciones ucranianas.

Prigozhin ha calificado de “picadoras de carne” esas misiones, que se están cobrando bajas diarias de tres dígitos, un coste asumible, dice, porque su objetivo no es territorial, sino diezmar unidades que podrían estar combatiendo en otros sectores del frente. En un vídeo que circula en la redes, se ve a Prigozhin en una colonia penal rusa diciendo a los presos que necesitaba su “talento criminal” para eliminar a los enemigos de Rusia y que, a cambio, podrían “casarse, estudiar, llevar una vida digna…”.

Michael Kofman, del Center for Naval Analyses de Washington, escribe en The Washington Post que la estrategia de Kiev de negar a Rusia una victoria simbólica en Bajmut no favorece a sus planes porque en una guerra de desgaste, Moscú tiene el tiempo y los recursos humanos y materiales de su parte. Rusia no ha usado todavía todo su arsenal convencional, ni declarado la movilización total de recursos.

Dos combatientes de Wagner capturados por fuerzas ucranianas revelaron a periodistas de The Washington Post que, a cambio de seis meses en el frente, Wagner les garantiza la anulación de sus condenas, 1.700 dólares mensuales, bonificaciones de 1.200 dólares por captura de posiciones enemigas y un seguro de vida de 80.000 dólares en caso de muerte en combate.

Las violaciones de los términos del contrato se pagan con la vida. En una ocasión, cuentan, vieron morir a 400 de sus compañeros en 72 horas de intentos fallidos por tomar Krásná Hora. Al menos en una ocasión, uno de los hombres de su unidad fue detenido por desobedecer órdenes. Nunca le volvieron a ver.

Según Olga Romanova, directora de Rusia Behind Bars, miles de ellos han comenzado a regresar a sus ciudades natales después de cumplir sus contratos con Wagner cargados de medallas, dinero, documentos de anulación de sus condenas, entrenamiento militar y escasas perspectivas de empleo.

 

El oficio más viejo

Los mercenarios son tan antiguos como la guerra. Las primeras alusiones al uso de mercenarios se remontan al antiguo Egipto, cuando alrededor del año 1500 a. C., Ramsés II empleó a 18.000 nubios, hititas y filisteos en sus conquistas, a los que pagaba con lo que saqueaban. A excepción de sus altos oficiales, las fuerzas cartaginesas de Aníbal en las guerras púnicas contra Roma estaban integradas por mercenarios de todo el Mediterráneo.

En el siglo XV, los mercenarios suizos se hicieron célebres por su valentía en los campos de batalla, hasta que sus formaciones se hicieron vulnerables a la artillería. En la China de los señores de la guerra (1916-1928), mercenarios ingleses y norteamericanos –Homer Lea, Philo Norton, Morris Cohen…– se hicieron ricos sirviendo a las camarillas militares de Cantón, Sichuan o Guangxi.

En las guerras de Irak y Afganistán intervinieron los contratistas de Blackwater, fundada en 1997 por Erik Dean Prince y Al Clark para ofrecer servicios externos al Pentágono. En 2004, cuatro de ellos fueron asesinados y sus cuerpos colgados de un puente de Faluya, lo que provocó una batalla en esa ciudad iraquí que se cobró las vidas de 107 soldados de la coalición y de 1.350 insurgentes iraquíes.

En 2007, Blackwater fue acusada del asesinato de 17 civiles en una operación en Irak. La canadiense Garda World, por su parte, contrata a exmiembros de fuerzas especiales británicas y europeas para dar apoyo logístico a multinacionales petroleras en países como Nigeria. En Libia en 2021, según Bloomberg, sus contratistas participaron en el asedio a Sirte que terminó con la captura y asesinato de Muamar el Gadafi.

Los tiempos que corren son propicios para los llamados soldados de fortuna. Tres semanas después de regresar a San Petersburgo tras cumplir su contrato, uno de los presos enrolados por Wagner en una prisión de Krasnoyark dijo a Russia Behind Bars que se estaba preparando para regresar al frente. “La vida civil es muy aburrida”, se justificó.

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