La Unión Europea reformó sus reglas fiscales hace menos de dos años, en un proceso liderado por España, que asumía entonces la presidencia rotatoria comunitaria. Hecha la ley, hecha la trampa, dice el refrán. Apenas habían empezado a funcionar las normas cuando los países empezaron a buscar fórmulas para saltárselas.
La preocupación por la deuda pública parece cosa del pasado ahora que el Banco Central Europeo (BCE) ha desplegado mecanismos para frenar las subidas de las primas de riesgo. Las capitales comunitarias han vuelto a sentir la tentación de sortear sus propias normas de estabilidad fiscal generando así un doble problema. El primero, la falta de credibilidad de las nuevas reglas fiscales. El segundo, un comportamiento presupuestario dispar de los países que vuelve a ensanchar las diferencias en el seno de la Unión.

El primero en saltarse las reglas, como suele ocurrir, fue Alemania, al anunciar su gran problema de gasto público en infraestructuras y defensa. Posteriormente fue la Comisión Europea, quien autorizó una causa excepcional de activación de la cláusula de escape para financiar el gasto en defensa. Temporalmente, se permite un déficit adicional del 1,5% del PIB para cumplir con los nuevos compromisos de la OTAN. Sin embargo, los países están evitando adherirse por miedo a generarse un estigma ante los mercados. Sería como anunciar abiertamente que seguirán engordando la deuda pública durante el próximo lustro.
Tras estas dos excepciones, la Comisión Europea afronta ahora el reto de sancionar a algunos de los principales países del euro por su elevado déficit público que no logran revertir: Francia, Bélgica, Austria o Italia. Podrían ser sancionados con multas del 0,1% del PIB anual. París ha tenido que anunciar un plan de recortes excepcional para tratar de dar la vuelta a unas finanzas públicas camino de la autodestrucción.
Por otro lado,…

El rompecabezas de las nuevas reglas fiscales