>   NÚMERO 79

Panorama energético de EE UU bajo la presidencia de Trump

Paul Isbell
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A pesar de los temores, existen motivos para sospechar que ni siquiera una intensa política de liberalización de los combustibles fósiles por parte del gobierno de Donald Trump haría descarrilar necesariamente el incipiente auge de las energías renovables modernas en Estados Unidos.

Cuatro acontecimientos claves han afectado al ámbito energético estadounidense en el transcurso de 2015 y 2016, y ahora condicionan sus perspectivas actuales. En primer lugar, la enorme caída del precio del petróleo ha conducido al final lógico de un ciclo que empezó hace una década, cuando el auge de los precios, debido sobre todo a la demanda, dio pie a la revolución del esquisto e incremento de la producción estadounidense de gas y, a continuación, de petróleo. A su vez, este resurgimiento de los hidrocarburos en Estados Unidos, combinado con la ralentización económica de Asia y la falta de respuesta de la OPEP, provocó un hundimiento de los precios que ha puesto en apuros al sector del esquisto estadounidense, aunque también lo ha racionalizado.

Después, en diciembre de 2015, el Congreso de EE UU anuló la prohibición de las exportaciones de petróleo y renovó los créditos fiscales para las energias renovables expirados en 2014. Finalmente, ese mismo mes y junto a otros 189 países, EE UU ratificó el Acuerdo de París sobre Cambio Climatico, destinado a limitar la subida de la temperatura del planeta a no más de 1,5 o 2º C por encima del nivel preindustrial, acuerdo por el que el país se comprometía a reducir considerablemente sus emisiones de gases de efecto invernadero.

El año actual termina con la elección de Donald Trump y la formación de su equipo de transición presidencial. La política energética anunciada por este favorecería aparentemente los intereses del sector de los combustibles fósiles y podría anular muchas de las medidas aplicadas…

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