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Elisa Loncón, tras ser elegida presidenta de la Convención Constitucional, el 4 de julio de 2021 en el Congreso Nacional en Santiago de Chile. JAVIER TORRES/AFP/GETTY

Chile, la Historia ante nuestros ojos

Para que el proceso constituyente, aún frágil, sea exitoso, será necesario mucho diálogo, mucha voluntad de acuerdo en un país lastrado por la pandemia y un clima de radicalización política.
Paulina Astroza Suárez
 |  10 de julio de 2021

El 4 de julio se instaló, no sin problemas, la Convención Constitucional en Chile, con la meta de redactar la propuesta de texto de una nueva Constitución, que deberá ser sometida a referéndum ratificatorio (con voto obligatorio) en 2022. Los 155 constituyentes elegidos por la ciudadanía el 15 y 16 de mayo tendrán nueve meses, prorrogables tres más, para realizar su trabajo.

Es Historia con mayúscula lo que vive el país. Somos testigos de un evento sin precedentes no solo en la historia chilena, sino mundial: una Convención Constitucional establecida en forma paritaria, con representación de los pueblos originarios (con 17 escaños reservados) y establecida institucionalmente en democracia. Desde hace años, un movimiento ciudadano venía planteando la necesidad de una nueva Constitución que reemplazara la nacida en tiempos de dictadura. Pero fue solo a partir del estallido social de octubre de 2019 cuando las fuerzas políticas se vieron impelidas a tomar la decisión. Millones de personas marcharon de forma pacífica por las ciudades chilenas pidiendo cambios estructurales en un modelo que, obviamente, encontraba sus cimientos en el texto constitucional. La violencia y descontrol vividos aquellos días forzaron una salida institucional, una válvula política de escape frente a la grave crisis de un país que tantas veces se presentó, ante el mundo, como modelo de desarrollo.

Fue necesario reformar la actual Constitución para permitir el referéndum del 25 de octubre de 2020 que abrió la puerta al proceso constituyente. Un 78% votó a favor de una nueva Constitución y un 79% optó porque el órgano fuera elegido al 100% por la ciudadanía, es decir, sin intervención del Congreso Nacional en la designación de la mitad de la Convención Constitucional.

 

«Es el Chile real lo que vemos en la Convención»

 

La Historia ha seguido dejando sus huellas. El resultado de las urnas en las elecciones constituyentes dio como fruto una Convención muy diversa, pluralista, con gran representación de independientes, lo que lanza un fuerte mensaje a los partidos políticos. Ninguno de ellos logró obtener el tercio de la Convención que le permitiría ejercer un derecho de veto ante el quórum de dos tercios exigido para adoptar los acuerdos. Ni siquiera el pacto de derecha “Chile Vamos” lo logró, a pesar de ir en lista única incorporando incluso a la ultraderecha del Partido Republicano. Es el Chile real lo que vemos en la Convención. Esto implicará que serán necesarios mucho diálogo, mucha negociación, mucha voluntad de acuerdo para que este proceso, aún frágil, sea exitoso.

También es un hecho de la mayor relevancia que la presidenta de la Convención Constitucional sea una mujer, mapuche, nacida en la Araucanía, independiente, académica, trilingüe (mapudungún, español e inglés) y con dos doctorados, uno en la chilena Pontificia Universidad Católica y otro en la Universidad de Leiden en Holanda. El símbolo y la imagen es muy potente en un Chile dominado por la élite santiaguina, masculina, blanca y de los sectores económicos altos. La doctora Elisa Loncón viene a representar muchos símbolos de ese Chile que necesita sanar muchas heridas, reencontrarse (si es que alguna vez estuvimos juntos) con la diversidad de su composición. Ese Chile que merecidamente ha sido modelo en el exterior, pero que tenía demasiado polvo acumulado bajo la alfombra.

 

«La doctora Loncón viene a representar muchos símbolos de ese Chile que necesita sanar muchas heridas, reencontrarse (si es que alguna vez estuvimos juntos) con la diversidad de su composición»

 

Chile necesita dotarse de una nueva Constitución, nacida en democracia, legítima y que se adapte a las necesidades actuales del país, inserto en un mundo complejo. La pandemia no ha hecho fáciles las cosas, como tampoco el clima de radicalización política que vive el país. El confinamiento derivado del Covid-19 han adormecido las demandas sociales, pero estas siguen latentes en un suelo tan sísmico como es el chileno.

Las esperanzas están puestas en este proceso. No hay otro camino pacífico para que Chile avance. Requerimos mirarnos, conversar, acordar, reflexionar sobre nuestra realidad. La pandemia ha dejado al desnudo nuestras fortalezas y debilidades y si bien el éxito no está garantizado, no podemos perder la gran oportunidad que este proceso constituyente nos da. La Historia la estamos escribiendo y esperamos que sea con un final feliz en pos del Estado social y democrático de Derecho que nuestra ciudadanía necesita y merece.

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