Cristina Kirchner entrando en la Corte Suprema Argentina para declarar por el caso "Cuadernos de la corrupción"

Corrupción en América Latina: la Argentina de los Kirchner

Santiago Mariani
 |  21 de agosto de 2018

El corrosivo entramado de corrupción entre políticos y empresarios sigue generando novedades en diversos países de América Latina. La última en este tsunami que nos agobia ha sido el giro que se produjo en Argentina a partir de las confesiones de Oscar Centeno, el chofer del automóvil en el que se transportaban los bolsos de dinero destinados a los pagos que los empresarios realizaban al expresidente Néstor Kirchner. Los detalles registrados por Centeno en una serie de libretas que terminaron en la justicia, después de pasar por las manos de un periodista, describen de manera minuciosa una madeja de complicidades en la que se otorgaban obras públicas de manera direccionada a cambio de jugosos retornos.

La cadena de felicidad, orquestada desde la cima del poder, continuó aún después de muerto Kirchner a través de su esposa Cristina Fernández, que lo había sucedido en la presidencia. Ese modus operandi, registrado puntillosamente por Centeno durante diez años, es lo que en estos días están confirmando los distintos personajes que desfilan por los estrados judiciales argentinos como arrepentidos. A los testimonios de los empresarios involucrados que abrieron las puertas del infierno ha seguido una catarata de delaciones de funcionarios de máxima confianza que respondían directamente al matrimonio Kirchner.

El caso, tanto por la magnitud de los montos en cuestión como por la posición en la escala de poder de los involucrados, presenta algunas similitudes con la operatoria montada entre la empresa Odebrecht con los máximos niveles políticos de los países donde operaba. El accionar de periodistas de investigación, fiscales y jueces está posibilitando sentar en el banquillo a quienes supieron concentrar y ostentar un poder orientado a estructurar una madeja de obras públicas con retornos millonarios. No se registra antecedente alguno en Argentina ni en la región con tantos empresarios y funcionarios recorriendo los tribunales por sospechas de corrupción.

La “persecución política” como argumento principal para evitar rendir cuentas se desinfla ante las contundentes evidencias y ante las garantías plenas que detentan los investigados para su defensa. El intento de desvirtuar a la justicia no pareciera encontrar demasiado eco positivo. Los regímenes que de manera sistemática persiguen, encarcelan y silencian opositores, como ocurría bajo regímenes dictatoriales, son ahora una excepción en la región. El habernos inoculado contra estos males representa uno de los avances más concretos que hemos conseguido desde la recuperación de la democracia.

 

El lastre histórico de la corrupción

Los logros que debemos anotar, todavía encuentran grandes desafíos. La corrupción pareciera ser el mayor de ellos. La explicación al fenómeno habría que buscarla en la constitución de un patrón de colusión entre las altas esferas del poder político y económico, un lastre producto de largas décadas de inestabilidad política, interrupción de proyectos democráticos con aventuras militares y concentración de poder que calaron hondo en la cultura política local. Las reglas de juego informales que se forjaron a lo largo del tiempo fueron heredadas por las democracias que comenzaron a reinstaurarse a finales a los años setenta. Esas reglas, que no forman parte de la legalidad formal, lograron persistir para convertirse en normas de juego estables.

El andarivel subterráneo de modos informales de interacción que se estructuraron en ese largo recorrido de interrupciones, discontinuidades e inestabilidad se ha visto potenciado durante la reciente etapa de bonanza y expansión económica que la región tuvo durante los primeros años del siglo XXI. La precariedad institucional parece entonces ser inconveniente, o potenciar problemas de magnitud, cuando mayores ingresos fiscales engrosan las cuentas públicas. La existencia y supervivencia de estas reglas informales que están saliendo a la luz conforman el principal obstáculo para avanzar hacia mayores niveles de inclusión y desarrollo en la región, un anhelo que las mayorías demandan a democracias que todavía no se muestran a la altura de ello.

El camino contrario pareciese haberse recorrido en las democracias de Chile y Uruguay, que acumularon una tradición histórica con partidos políticos y mayor estabilidad institucional. Hubo un papel protagónico de las elites políticas que privilegiaron, por sobre cualquier interés, un juego de mayor estabilidad y continuidad en las reglas acordadas. La dinámica política en estos países, una vez que recuperaron la democracia, se ha caracterizado por un juego político tributario de una tradición que produjo resultados distintos en materia de desarrollo. La corrupción, a diferencia de lo que ocurrió con sus vecinos, no pareciera haberse convertido en un magma corrosivo que pone en jaque a todo el sistema.

 

Respuestas ante la corrupción

En los países donde el flagelo de la corrupción está minando precarias democracias, las respuestas que se ensayan son variadas y el pronóstico sobre su resultado es todavía un interrogante. Mientras que en Argentina el presidente, Mauricio Macri, ha anunciado que no defenderá a nadie, apostando por una salida a través del accionar de la justicia, en Brasil el panorama se presenta más complejo. La salida forzada del poder de Dilma Rousseff, orquestada por parte de quienes pesan graves sospechas de corrupción, ha dejado el sistema político con respirador asistido y con final abierto en el próximo proceso electoral. Los militares y los grupos más reaccionarios asoman su cabeza a través de un candidato que propone los métodos más retrógrados para sacar a Brasil de la crisis. En Perú, el presidente Martín Vizcarra, jaqueado por un congreso dominado por un fujimorismo que intenta blindar una justicia que ha colapsado por los escándalos de tráfico de sentencias, intenta empujar una reforma política y judicial a través de un referéndum ciudadano. La propuesta luce mejor orientada en materia judicial que en materia política donde busca eliminar la reelección parlamentaria, una medida popular, pero que podría debilitar aún más a la política en Perú.

Las democracias se tambalean y podrían sucumbir ante derivas autoritarias si no logran incorporar reglas de juego distintas con mecanismos que aseguren su asimilación y supervivencia como norma estable en la dinámica económica, política y social. El devenir de estos ensayos dependerá finalmente de la manera que las élites conjuren las formas subterráneas que corroen los cimientos de democracias que son ya precarias. Los cambios y consensos que se necesitan articular podrían sucumbir ante los redentores que ya asoman con ofertas de atajos y encandiladoras promesas a ciudadanos que están hastiados, descreídos y enojados.

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