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Soldados taiwaneses participan en la 37ª edición del ejercicio militar HanKuang, en Tainan, Taiwán, el 14 de septiembre de 2021. GETTY

La ‘trampa de Tucídides’ en el Indo-Pacífico

Las tensiones geopolíticas que emanan del estrecho de Taiwán reverberan de un extremo a otro de la región del Indo-Pacífico, escenario clave del enfrentamiento entre Washington y Pekín.
Luis Esteban G. Manrique
 |  21 de diciembre de 2021

Las violentas protestas de noviembre en Honiara, capital de las islas Salomón, comenzaron con la irrupción en el Parlamento de una turbas que intentaron derrocar al primer ministro, Manasseh Sogavare, y pronto degeneraron en saqueos e incendios de los comercios de la próspera comunidad china de Guadalcanal, la más extensa del millar de islas del archipiélago melanesio que en 1568 descubrió Álvaro de Mendaña, que las bautizó así por la Tierra de Ofir, que según la leyenda albergaba las minas del rey Salomón.

La expedición de Mendaña salió de El Callao en noviembre de 1567 en busca de una supuesta Terra Australis Incógnita rebosante de oro. Según los cronistas de la conquista, Mendaña había escuchado en el Cusco que el inca Túpac Yupanqui había navegado en 1465 hasta la Polinesia, de donde trajo animales, esmeraldas y esclavos. En Túpac Yupanqui, descubridor de Oceanía (2019), el historiador peruano José Antonio del Busto recoge 30 pruebas que confirmarían la veracidad de esa teoría. En Un mar sin límites (2021), David Abulafia sostiene que navegantes polinesios también llegaron a las costas suramericanas del Pacífico, llevados por las corrientes marinas y los vientos.

Desde entonces, el Pacífico sur no ha dejado de atraer la atención de las grandes potencias. Durante la Segunda Guerra Mundial fue teatro de operaciones y en las islas Salomón, en los límites extremos de la expansión imperial japonesa en la Micronesia, tuvo lugar una de las batallas decisivas, la de Guadalcanal. La estratégica posición de las islas explica que hayan vuelto a concentrar tensiones geopolíticas, que ahora provienen del estrecho de Taiwán y que están reverberando de un extremo a otro de la región del Indo-Pacífico, que según el Pentágono se extiende en términos geoestratégicos desde Hawái a Singapur y de la península de Kamchatka a Nueva Zelanda.

 

Duelo interinsular

La decisión de Sogavare de romper relaciones diplomáticas con Taiwán para establecerlas con la República Popular China enfureció a los líderes de Malaita, la más poblada de las islas y que tiene una antigua –y a veces violenta– rivalidad con la de Guadalcanal. Taiwán acusó a Pekín de sobornar a políticos de Honiara para que rompieran con la isla en el 70 aniversario de la fundación de la República Popular.

Según la prensa australiana, las compañías chinas que se concentran en sectores extractivos –madera, minería, petróleo…– no dan trabajo a la población local y sobornan a funcionarios para obtener contratos de obras públicas. En el Barrio Chino de Honiara, los saqueos duraron tres días, lo que obligó a Australia y Papúa Nueva-Guinea a enviar fuerzas policiales para tomar el control de la capital.

Entre 2003 y 2017, Australia lideró el despliegue de un contingente de cascos azules de la ONU para evitar que las rivalidades interinsulares destaran una guerra civil. Pekín, al fin y al cabo, está haciendo lo mismo que hace Taipéi –comprar voluntades–, solo que con más dinero. Desde 1996, China ha convencido a una docena de Estados a que rompan con la isla, que ya solo mantiene relaciones diplomáticas con 15 países.

 

La trampa de Tucídides

El Indo-Pacífico alberga la mitad de la población mundial y siete de sus 15 mayores economías, lo que explica que se haya convertido en el escenario geopolítico central de la que en 2012 el profesor de Harvard Graham Allison llamó la “trampa de Tucídides”. En la Historia de la guerra del Peloponeso, el historiador griego señala que fue el ascenso de Atenas –y el temor que ello infundió en Esparta– lo que hizo inevitable la guerra (431-404 a. C.) entre ambas polis de la Hélade.

Como en ese enfrentamiento entre la Liga de Delos y la del Peloponeso, hoy Washington y Pekín rivalizan por atraer a su órbita a los 10 países de la ASEAN, cuyo PIB en 2000 era ocho veces menor que el japonés. En 2020 el japonés era solo 1,5 veces mayor y en 2030 será inferior.

 

«En 2010, en una cumbre de la Asean el entonces ministro de Exteriores chino, Yang Jiechi, insinuó que entre un país ‘grande’ y otros ‘pequeños’ solo podía existir una relación de subordinación jerárquica, voluntaria o no»

 

En un discurso el 14 de diciembre en la Universitas Indonesia de Yakarta, el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, criticó las acciones “agresivas” de Pekín en el mar de China Meridional acusando al gigante asiático de distorsionar la competencia con productos subsidiados y contratos opacos, contaminar y endeudar a los países, prometiendo que Estados Unidos mantendría a la región “libre de coerciones externas”. Sus palabras no extrañaron a nadie en Indonesia.

En julio de 2010, en una cumbre de la Asean, el entonces ministro de Exteriores chino, Yang Jiechi, insinuó que entre un país “grande” y otros “pequeños” solo podía existir una relación de subordinación jerárquica, voluntaria o no. Después de que Australia solicitara a la Organización Mundial de la Salud investigar el origen del Covid-19, China restringió sus importaciones de carne, carbón, madera, vino, minerales y lana australianas.

En agosto, el gobierno chino ordenó la expulsión del embajador lituano en respuesta a la apertura en Vilna de una oficina de representación de Taiwán. El 15 de diciembre, Lituania cerró su embajada en Pekín.

 

El imperio contraataca

Washington tiene aún muchas ventajas sobre el terreno. En 2020, el stock de sus inversiones en el Sureste asiático superó los 328.500 millones de dólares, frente a los 110.000 millones de China. En Yakarta, Blinken subrayó que hoy la mitad de los mayores socios comerciales de EEUU están en el Indo-Pacífico. EEUU, Australia y Japón están financiando un nuevo cable submarino para mejorar la conectividad de los Estados Federados de Micronesia, Nauru y Kiribati.

China está lejos de ganar concursos de simpatía. En 2021, perdió posiciones en la mitad de los indicadores del Asia Power Index del Lowy Institute. En las encuestas entre líderes de opinión de la Asean, solo el 2% cree que el gigante asiático es una potencia benévola. El problema para Washington es de otra naturaleza: la Asean es ya el primer socio comercial de China, con intercambios bilaterales de 685.000 millones de dólares en 2020, frente a los 362.000 millones con EEUU, que en 2000 comerció con la Asean por valor de 135.000 millones, más de tres veces el comercio entre China y el bloque (40.000 millones).

Este diciembre, Laos inauguró su primera línea de alta velocidad, con una financiación de china de 6.000 millones. Unas semanas antes, Vietnam estrenó la primera línea de metro de Hanói, financiada con fondos de bancos estatales chinos. En Foreign Policy, Kishore Mahbubani recuerda que mientras entre 1991 y 2021 el comercio entre India y Pakistán solo se triplicó, el de China con Vietnam se multiplicó por 6.000, lo que indica que el “gran juego” es en realidad económico, no político o militar.

 

Balances militares

Tras la creación de alianzas defensivas con India, Australia y Japón en el llamado Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD) y a través del AUKUS con Reino Unido y Australia, la ventaja militar de Washington en la región parece insuperable. Desde 2010, el gasto militar chino ha aumentado un 76%, hasta los 252.000 millones en 2020, según el SIPRI, una cifra que palidece al lado del de EEUU: 778.000 millones, una media del 4,1% del PIB anual entre 2001 y 2016.

El arsenal del Pentágono incluye 3.750 cabezas nucleares, frente a las 350 de China, 11 portaaviones y 800 bases militares en otros países, a las que va sumar dos nuevas en la Micronesia y Papúa-Nueva Guinea que compartirá con Australia. China solo tiene tres. Por ahora. Desde 1990, Pekín es responsable del 60% del crecimiento global de los gastos en defensa.

Las cada vez más frecuentes incursiones de sus cazas en la zona de identificación aérea de Taiwán –380 en 2020 y casi 600 en 2021– indican que los líderes chinos parecen creer que su actual poder militar les alcanza para forzar la reunificación con la isla rebelde, el único país democrático de herencia y cultura chinas que queda después de que Pekín subyugara a Hong Kong. Cuando Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, confirmó que miembros de las fuerzas especiales de EEUU estaban entrenando a sus militares, el Global Times la acusó de querer empujar a China a resolver por la fuerza la cuestión de Taiwán.

 

Escenarios de pesadilla

Según Evan Medeiros, exmiembro del Consejo de Seguridad Nacional de Barack Obama, Taiwán va a ser el escenario central de la rivalidad entre China y EEUU durante los próximos años y décadas. En agosto, la Casa Blanca aprobó ventas de armas a Taipéi por valor de 750 millones, entre ellas helicópteros, drones y minas marinas. En respuesta, en septiembre vehículos anfibios ensayaron un desembarco en la península de Shandong, en las mayores maniobras militares que haya realizado el Ejército Popular para simular una invasión de la isla.

Desde Mao, todos los líderes chinos han prometido recuperar Taiwán, pero Xi Jinping es el primero que tiene a su disposición unas fuerzas militares capaces de hacerlo. La flota de la Armada china se ha triplicado desde 2000. En 2025 alcanzará los 400 barcos de guerra, frente a los 297 de EEUU. En la reciente feria de defensa de Zhuhai, compañías chinas presentaron un dron de reconocimiento WZ-7, similar al estadounidense Global Hawk, y el PL-15, un misil aire-aire capaz de volar a cuatro veces la velocidad del sonido.

 

«Para Xi y el Partido Comunista Chino, una derrota pondría en peligro su monopolio del poder y acabaría con sus sueños de primacía regional»

 

En Foreign Affairs, Hal Brands y Michael Beckley advierten de que si se desatan las hostilidades, lo probable es que la guerra se prolongue y regionalice e incluya el uso de armas nucleares tácticas. Desde la revolución industrial, recuerdan, casi todas las guerras entre grandes potencias han durado mucho más de lo que nadie esperaba. Y en Taiwán está en juego la hegemonía global. Para Xi y el Partido Comunista Chino, una derrota pondría en peligro su monopolio del poder y acabaría con sus sueños de primacía regional.

Si la guerra comienza con un ataque sorpresivo como el de 1941 contra Pearl Harbour, ningún presidente de EEUU podría permitir que China conserve intacto su poder militar ofensivo. A lo largo de la historia, la incertidumbre respecto a las intenciones ajenas ha sido uno de las mayores causas de conflictos bélicos, como ocurrió en 1914, en la guerra de Corea y en la invasión iraquí de Kuwait.

5 comentarios en “La ‘trampa de Tucídides’ en el Indo-Pacífico

  1. Al margen de su vertiente interna (la rivalidad histórica interétnica entre las islas de Honiara y Malaita), en mi opinión los recientes episodios de violencia en las islas Salomón tienen un componente estratégico en el actual tablero de ajedrez del IndoPacífico: el interés creciente de China por las islas Salomón hace temer a Estados Unidos que China construya una base militar en ellas.

    Está claro desde hace tiempo que, en su búsqueda de potencia (FR: puissance) para lograr la hegemonía mundial, China, que tradicionalmente ha sido una potencia continental (EN: land power), necesita ser una gran potencia marítima (EN: sea power) para competir con Estados Unidos, la potencia marítima por excelencia. A pesar de su larga costa marítima, China se percibe a sí misma como un país enclavado: a diferencia de Estados Unidos, su acceso al mar (mar de China oriental y mar de China meridional) se halla obstaculizado. China tiene enfrente dos cadenas de islas : la primera cadena (más próxima a la costa) va de Japón (Okinawa, fuerzas militares estadounidenses) a las Filipinas, pasando al lado de Taiwán, y la segunda (más alejada de la costa) va de Japón (Yokosuka : sede de la VII Flota Estadounidense) a Guam (Estados Unidos).

    TAIWÁN
    Salvo en el período de expediciones navales del almirante Zheng He (dinastía Ming, siglo XV), la China imperial nunca se interesó mucho por los océanos. El imperio chino consideraba las islas como dependencias de las provincias costeras, no como provincias propiamente dichas. Así, Taiwán no fue más que una dependencia de la provincia costera de Fukien hasta finales del siglo XIX, y eso desde mediados del siglo XVII, no desde tiempos inmemoriales, como pretende China. En el siglo XVII la población de la isla estaba formada básicamente por etnias protomalayas y lenguas malayopolinesias. En los años 20 y 30 del siglo pasado, el Partido Comunista Chino no consideraba que los taiwaneses fueran chinos auténticos : los ponía al mismo nivel que los tibetanos o los mongoles.

    La cesión obligada de Taiwán a Japón tras la guerra sinojaponesa de finales del XIX y el refugio de los nacionalistas chinos en Taiwán en la guerra civil china cambió esta percepción, y, además, hoy en día es fundamental para China hacerse con Taiwán para tener un acceso libre al mar, sobre todo a unas aguas más profundas donde puedan maniobrar con comodidad sus submarinos. Como leí en un artículo, Taiwán podría ser como una especie de portaviones gigante (aunque no sea móvil).

    En cuanto a la posible guerra entre Estados Unidos y China, me da la impresión de que cuando se hace referencia a la guerra de Tucídides, de la que habla el Sr. Manrique en este artículo de Política Exterior, se da por supuesto que China (Esparta, potencia ascendente) ganaría (Atenas, potencia descendente). Sin embargo, en las guerras del Peloponeso, al final no ganó Esparta, sino Atenas. De todos modos, en esas guerras no había armas nucleares, elemento que cambia totalmente la naturaleza de la guerra y, en mi opinión, invalida en gran medida la comparación.

    En todo caso, creo que Estados Unidos, ya sea a nivel político o en los estamentos militares, no desea en absoluto la guerra con China y reza por que esta no invada Taiwán. Y tampoco creo que China desee la guerra. Una guerra abierta entre Estados Unidos y China sería de consecuencias imprevisibles. El problema es qué solución (no militar) hallar para Taiwán.

  2. Corrección: … se da por supuesto que China (Esparta, potencia ascendente) ganaría a Estados Unidos (Atenas, potencia descendente) …

  3. Otra corrección: … entre las islas de Guadalcanal y Malaita …

  4. Una corrección más: … en las guerras del Peloponeso, al final no ganó Atenas (China), sino Esparta (Estados Unidos) …

  5. Corrección final: … se da por supuesto que China (Atenas, potencia ascendente) ganaría a Estados Unidos (Esparta, potencia dominante) …

    (me he liado completamente entre Atenas y Esparta :-))

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