guerra peloponeso
Detalle de un ánfora panatenaica. GETTY

La guerra del Peloponeso y la trampa del imperio

¿Qué lecciones de historia nos brinda la rivalidad entre Esparta y Atenas sobre la lucha que libran hoy Estados Unidos y China?
Pablo Colomer
 |  27 de enero de 2021

Hace años que China no oculta su ambición, ni Estados Unidos su miedo. Es la gran cuestión política de nuestro tiempo: la rivalidad entre la potencia dominante y la emergente, la recurrente lucha de titanes entre el regente y el aspirante al trono. La historia nos enseña que esta rivalidad suele acabar en guerra. Es la llamada trampa de Tucídides.

La Universidad de Harvard tiene todo un proyecto dedicado al que consideran el desafío definitorio del siglo XXI. Gracias a él han descubierto “uno de los patrones más letales de la historia”, una trampa del destino: cuando un poder emergente amenaza con desbancar a uno establecido, el resultado más probable es la guerra. Después de analizar episodios históricos similares en los últimos cinco siglos, en Harvard vieron que de los 20 casos estudiados, 16 acabaron en guerra.

 

trampa de Tucídides

 

Según Mark Twain, la historia nunca se repite, pero el caleidoscópico presente parece construido con pedazos rotos de antiguas leyendas. En el caso que nos ocupa y dado lo que está en juego –la rivalidad entre EEUU y China, la amenaza de la guerra– merece la pena ir al origen y ver qué luz arroja sobre nuestros días el enfrentamiento entre Esparta y Atenas. ¿Qué paralelismos podemos encontrar con el presente? ¿Qué diferencias que nos reconforten?

Casi todo lo que sabemos de la guerra del Peloponeso se lo debemos a quien mejor nos la ha contado: Tucídides, estratega ateniense que participó en ella. No lo hizo demasiado bien y sufrió un destierro de 20 años después de perder la ciudad de Anfípolis, en Tracia, a manos de las tropas del espartano Brásidas. Lo que perdió en reputación, sin embargo, lo ganó en libertad de movimientos. Así, pudo recabar hechos y testimonios de ambas partes, en especial del bando rival, para levantar su formidable Historia de la guerra del Peloponeso, primer gran libro de historia contemporánea.

Estamos en el año 431 a. C. Hace 50 años que los griegos derrotaron al invasor persa en las guerras médicas, donde Esparta y Atenas, principales polis griegas, tuvieron un papel determinante. Los primeros, gracias a sus ejércitos de hoplitas; los segundos, gracias sobre todo a su pericia marinera. Durante la batalla decisiva de Platea –de la que este agosto se cumplen 2.500 años–, los errores estratégicos de los griegos fueron enmendados por la disciplina espartana, que aseguró la victoria.

Derrotados los medos, los espartanos regresaron a casa, satisfechos con la misión cumplida. Los atenienses, en cambio, continuaron la lucha, persiguiendo a los bárbaros hasta Asia Menor. El repliegue de los espartanos recuerda al de EEUU en los últimos años, desentendiéndose del orden que ayudó a levantar tras la Segunda Guerra Mundial. El expansionismo de Atenas, al auge chino, pues ambos parten de un trauma. Los atenientes habían sufrido el saqueo de su ciudad por un ejército invasor y no podían permitirse el lujo de dar la espalda del mundo. China no puede ni quiere olvidar el Siglo de Humillación. Como muchos imperios, el ateniense y el chino tienen un origen defensivo: el instinto de preservación llevado hasta las últimas consecuencias.

 

guerra peloponeso

Fuente: Marysas

 

Como sucede en el presente, el orden establecido después de las guerras médicas –o más bien preservado– ya no es el mismo. Y esto se debe sobre todo a un factor: el auge de Atenas, motor del cambio en el siglo V a. C., como China lo es en el siglo XXI. Entonces el poderío de Atenas no amenazaba con trastornar el orden: ya lo había hecho. Al igual que hoy pasa con el chino.

Los atenienses han construido su imperio sobre la base de la Liga Delo-Ática. En origen, un tratado por el que los firmantes se obligaban a prestar auxilio militar contra los persas. Sin embargo, Atenas no tarda en convertir la Liga en un instrumento de su poder militar y económico, transformando la cuota social en tributo. Quien se rebela y trata de recuperar su autonomía, lo paga caro, como muestra el episodio de Naxos, el primer intento de secesión en la Liga. Para los atenienses, las palabras sýmmachoi (aliados) e hypékooi (súbditos) se convierten en sinónimos, y no tienen empacho en referirse a su régimen como el de una tiranía.

Los chinos no han llegado tan lejos, pero para sus críticos, la Nueva Ruta de la Seda desprende cierto aroma a imperialismo, y ven en ella una herramienta del expansionismo de Pekín. Siguiendo la directriz de Deng Xiaoping de esconder las ambiciones y ocultar las garras, los chinos han procurado subrayar lo pacífico de su ascenso. Sin embargo, desde la llegada de Xi Jinping disimulan menos y no tienen reparos en defender lo que consideran suyo –el mar de China Meridional, Taiwán– con firmeza e incluso agresividad, a lomos de la conocida como “diplomacia del lobo guerrero”. De puertas para adentro, alguien en Hong Kong podría estar acordándose ahora de los naxios, obligados a derribar sus murallas, renunciar a su flota y perder el voto en la Liga.

 

La semilla del mal

Fue el auge de Atenas y el miedo que causó en Esparta lo que hizo la guerra inevitable, afirma Graham Allison, al frente del proyecto de Harvard y padre teórico de la trampa de Tucídides. La causa profunda, “la causa más verdadera la constituye el hecho de que los atenienses, al hacerse poderosos e inspirar miedo a los lacedemonios, los obligaron a luchar”, en palabras del propio Tucídides.

Según Allison, auge y miedo tienen el mismo peso en la ecuación. “Tucídides identifica dos motores en esta dinámica –explica el académico–: por parte del poder emergente, su creciente sensación de que se le debe algo, de su propia importancia, y su demanda de más voz y voto; por parte del poder establecido, el miedo, la inseguridad y la determinación de defender un status quo amenazado”.

A diferencia de Allison, Tucídides, sin embargo, no termina de dar la misma importancia a ambos factores, cargando la responsabilidad del origen de la guerra sobre las espaldas de Atenas. Su historia de la guerra del Peloponeso es la historia de la crisis del imperio ateniense, no la del miedo espartano. Si hay que señalar culpables, el estratego se inclina por la pleonexía, el impulso de adquirir más. Así, cabría hablar de trampa del imperio más que de trampa de Tucídides. Como no se cansa de repetir uno de los personajes más fascinantes de la época, el ateniense Alcibíades, los imperios no pueden decrecer, no voluntariamente; tampoco desentenderse del poder, ni detener su progresión, pues ¿dónde pones el límite? ¿Qué frontera pones al poder, qué precio a la supervivencia? Una vez que comienzas a caminar la senda imperial, todo a tu alrededor se convierte en tierras de pastoreo, en esferas de influencia.

Conviene observar, por tanto, lo que sucede en China más que lo que pasa en EEUU, si queremos tener una idea clara de por dónde pueden venir los tiros. En vísperas de la guerra del Peloponeso, Atenas estaba en la cúspide de su esplendor. “Una democracia de nombre, pero gobernada por el primer ciudadano”, Pericles, bajo cuyo mandato se construyó la Acrópolis, florecieron las ciencias y las artes, se consolidó el imperio. A China, en cambio, todavía le queda un poco para llegar a la cumbre: según los cálculos de Xi, habrá que esperar hasta 2035.

Además, el poder blando de Atenas es incomparable al de la China de hoy, y como sucede en el presente, las simpatías de los griegos están, por lo general, con el poder establecido, Esparta, incluidos muchos de los súbditos de Atenas. Pero Esparta ya no domina la vida cultural de Grecia como antaño, algo parecido a lo que le sucede a EEUU, cuyo poderío militar empequeñece al de sus adversarios; su poder blando, sin embargo, lleva años sufriendo numerosos reveses.

Los poderíos económicos de Atenas y Pekín sí van camino de parecerse, ambos de la mano del comercio. Las marinas, no tanto: Atenas era una “talasocracia”, una potencia volcada al mar; China, que dispone del ejército más numeroso del mundo, solo cuenta con dos portaaviones operativos. Sin embargo, en número total de buques de guerra Pekín ya supera a Washington.

 

china estados unidos marinas

Fuente: International Institute for Strategic Studies

 

El lenguaje del poder

La lista de semejanzas y diferencias podría continuar de manera indefinida –democracia frente a oligarquía, desconexión frente a interdependencia–, en una montaña rusa de miedos y alivios. Reconfortémonos pensando en que las cosas aún tienen margen, tiempo para empeorar. Dicho esto, conviene que parte de ese tiempo lo empleemos en aprender el lenguaje del poder, porque parece que será la lengua franca del siglo XXI, como lo fue en el siglo V a. C.

En la tarea, el discurso de la embajada ateniense en Esparta –adonde acudió para defenderse ante la Liga Peloponesia de los ataques de los corintios, que los acusaban de opresores– es magistral, con una defensa del interés nacional elocuente y descarnada.

Después de aceptar la hegemonía en la lucha contra los persas tras el vacío dejado por Esparta, los atenienses, “por el mismo ejercicio del mando nos vimos obligados desde un principio a llevar el imperio a la situación actual, primero por temor, luego por honor, y finalmente por interés; y una vez que ya éramos odiados por la mayoría, y que algunos ya habían sido sometidos después de haberse sublevado, y que vosotros ya no erais nuestros amigos como antes, sino que os mostrabais suspicaces y hostiles, no parecía seguro correr el riesgo de aflojar”, sentencian los embajadores.

Y tras aclarar que ellos, los atenienses, no han sido los primeros en tomar una iniciativa semejante, defienden que “siempre ha prevalecido la ley de que el más débil sea oprimido por el más fuerte; creemos, además, que somos dignos de este imperio, y a vosotros así os lo parecíamos hasta que ahora, calculando vuestros intereses, os ponéis a invocar razones de justicia, razones que nunca ha puesto por delante nadie que pudiera conseguir algo por la fuerza para dejar de acrecentar sus posesiones”.

¿Resulta familiar? Son palabras que podrían suscribir, si no lo hacen ya, los líderes chinos. Como en su día hicieron los estadounidenses. O los rusos. O antes los británicos, por no extenderme hasta tirios y troyanos. La historia, maestra implacable.

2 comentarios en “La guerra del Peloponeso y la trampa del imperio

  1. Me llamó poderosamente la atención el gráfico de guerra – no guerra, particularmente porque considera a la Unión Soviética, que se disolvió en diciembre de 1991.
    Por otro lado, aunque ese gráfico no muestra posible guerra entre EE.UU. y China, en el documento cita la posibilidad de guerra.
    Son principales observaciones para tener duda razonable que sea producto de un estudio producido por Harvard.
    Es una visión interesante la tensión histórica desde los medos, espartanos, troyanos, persas y demás involucrados en esos 18 años de guerras médicas; con un pequeño detalle, de no haber contemplado el legado histórico de conflictos entre israelitas judíos y el islam; de mucha más data que lo citado, citado incluso en la Biblia (más de 3 mil años AC.) con el nacimiento de Ismael hijo de Abran (luego Abraham) teniendo por madre a su criada Agar y luego el nacimiento de Isaac con su esposa Sara; de Ismael descienden los musulmanes (Islam) y de Isaac los israelitas (judíos), con una rivalidad enraizada y según la misma Biblia, la gran guerra será el Armagedón, arrastrando en ambos frentes a más de 10 naciones incluyendo a EE.UU.

  2. La denominación intencionada de Hapsburgs para evitar decir el nombre real de quién fue su autor, ESPAÑA, se contradice justo con la primera entrada entre Portugal y España, puesto que por el mismo motivo debería citar el apellido de las Casas Reales que gobernaban ambos reinos.
    O por países o por casas reales hasta la aparición de las naciones modernas en el SXVIII
    Que un gringo de Hardvard no mencione el robo de los territorios de Ultramar de España por parte de USA es lógico, pero el autor del artículo no debería ser tan indolente o partícipe de la falsa Leyenda Negra

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *