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Baerbock, durante el anuncio de su candidatura a la cancillería alemana por Los Verdes. KAY NIETFELD/DPA/GETTY

Los Verdes van en serio en Alemania

La elección de Baerbock supone la culminación de la profunda transformación de Los Verdes, que en apenas 40 años ha pasado de reunir a la izquierda 'antiestablishment' a convertirse en la opción preferida por la clase media alemana.
Guillermo Íñiguez
 |  19 de abril de 2021

Por primera vez en su historia, Los Verdes presentarán a un solo candidato a las elecciones federales de Alemania del 26 de septiembre de 2021. Será la sajona Annalena Baerbock, colíder del partido desde 2018. La elección de Baerbock muestra la profunda transformación que han vivido Los Verdes en los últimos años. Desde su fundación en la década de los ochenta, el partido ha tenido dos líderes –tradicionalmente, un hombre y una mujer– y ha presentado a ambos a las elecciones, consciente de que no aspiraba a la cancillería. En 2021, a cinco meses de las elecciones, su metamorfosis les ha convertido en el partido con más posibilidades de entrar –e incluso liderar– el nuevo gobierno federal. Baerbock podría convertirse en la primera canciller verde de la principal economía europea.

 

¿Quién es Annalena Baerbock?

Nacida en una familia de clase media en Sajonia, Baerbock se licenció en Políticas y Derecho por la Universidad de Hamburgo, y es máster en Relaciones Internacionales por la London School of Economics. Se afilió al partido a principios de los años noventa, y fue asesora de la eurodiputada Elisabeth Schroedter a comienzos de siglo. En 2009 fue elegida líder de Los Verdes en el Land de Brandemburgo. Baerbock se interesó desde el principio por los dos asuntos –el ecologismo y la política exterior– que formarán parte de la columna vertebral del programa electoral en 2021.

Accedió al Bundestag en 2013, convirtiéndose en la portavoz parlamentaria de política climática y mostrando dos de sus principales cualidades: su capacidad de poner en el centro del debate político cuestiones complejas y su habilidad para atraer a grupos sociales a priori alejados de su partido. En este sentido, como señala Jeremy Cliffe en The New Statesman, es llamativa la relación de Baerbock con la comunidad minera de Lausitz, una región del este de Brandemburgo, a la cual logró acercarse a la vez que pedía en el Bundestag el cierre de las minas. Su posición como estrella en el partido se vio confirmada en 2017, cuando formó parte del equipo que negoció el fallido acuerdo de coalición con la Unión Cristianodemócrata (CDU) y los liberales del FDP. En 2018, fue elegida colíder del partido junto al poeta y escritor Robert Habeck. En principio, Baerbock sería la número dos de la dupla: un proyecto de futuro, que se curtiría junto a Habeck para liderar el partido en el futuro. Pero tras el anuncio de hoy por parte de la cúpula del partido, Baerbock ha consumado su sorpasso.

 

De partido protesta al partido de la clase media

La elección Baerbock supone la culminación de la profunda transformación de Los Verdes, que en apenas 40 años ha pasado de reunir a la izquierda antiestablishment a convertirse en la opción preferida por la clase media alemana. Fundado en 1980, el partido canalizó varias coaliciones asociadas con el pacifismo, el movimiento antinuclear y el ecologismo, muchas de ellas surgidas a raíz de la protesta de mayo del 68. Durante gran parte de su historia, Los Verdes contaron con dos alas enfrentadas. Por una parte, los más izquierdistas (los llamados fundis), que exigían una ruptura con el sistema parlamentario de la posguerra; por otra, los realos, partidarios de dejar atrás el rupturismo de los fundis y pactar con el Partido Socialdemócrata (SPD).

En 1993, Los Verdes se fusionaron con Alianza 90, una coalición de partidos verdes y anti-comunistas del Este. La fusión, así como el liderazgo de Joschka Fischer, supusieron un giro en el discurso de Los Verdes, que dotó de un mayor protagonismo a los realos y se acercó a los socialdemócratas a nivel regional y federal. Tras las elecciones de 1998, el partido selló un acuerdo de gobierno con Gerhard Schröder, ocupando la vicecancillería y tres ministerios.

Pese a las numerosas crisis de gobierno en el seno de la coalición –fueron especialmente polémicas las relacionadas con la intervención de la OTAN en Kosovo o la invasión de Afganistán–, Los Verdes lideraron proyectos importantes, como el abandono de la energía nuclear, liderada por el ministro de medio ambiente Jürgen Trittin. Sin embargo, como analiza Philip Oltermann en The Guardian, ya entonces se podía ver el cambio que estaba viviendo un partido cada vez más pragmático, que priorizó mantenerse en el gobierno a imponer un programa político maximalista. Tras la caída del gobierno de Schröder, Los Verdes consolidaron un giro hacia el centro que se ha acentuado en los últimos años y que ha supuesto el triunfo de los realos sobre los fundis. Según explica el politólogo Wolfgang Merkel, el partido se ha profesionalizado, ha “perdido el miedo” a gobernar y ha sabido orientar su estrategia electoral a ganar elecciones.

En 2021, las encuestas sitúan a Los Verdes en una situación envidiable: a cinco meses de las elecciones, rondan el 22% de la intención de voto, más del doble que en 2017 (8,9%). Conscientes de la histórica posibilidad de liderar un gobierno federal, añade Oltermann, el partido ha sabido dejar atrás sus “estridencias” y sus “disputas ideológicas”, presentándose como la opción natural para un electorado cada vez más amplio. Gracias a su habilidad comunicativa, ha sabido proyectarse como un movimiento político joven, cosmopolita y liberal. Su programa político, basado en la protección del medioambiente, el gasto social y los derechos individuales, ha sabido a atraer al electorado joven, pero también a las clases medias, los funcionarios y los profesionales liberales de grandes ciudades como Berlín, Múnich o Stuttgart, un electorado que tradicionalmente ha optado por el SPD y la CDU.

Dicho de otro modo, Los Verdes ya no son un partido romántico, y mucho menos sesentayochista: son, como apunta Diego Íñiguez en Política Exterior, “una izquierda urbana, que defiende causas sociales, valores de libertad, la garantía de los derechos constitucionales y la preservación de una comunidad internacional regida también con criterios morales”. Ello explica que el partido gobierne en Baden-Wurtemberg, el segundo Land más rico, y sea la segunda fuerza política en Baviera, el más rico. Es por ello también que despierta un recelo cada vez mayor entre algunos sectores de la izquierda: el politólogo Jan-Wener Müller les ha tildado de “bobos”, añadiendo que se han convertido en “un partido liberal con un chic radical”. A lo largo de la campaña, Los Verdes deberán encontrar un equilibrio entre atraer a un electorado más conservador y no descuidar su izquierda.

 

Lucha por el centro

La elección de Baerbock marca el pistoletazo de salida a la precampaña de Los Verdes, que se disputarán el centro político junto a la CDU, el SPD y el FDP. Pese al golpe de efecto que han supuesto las últimas encuestas, la campaña electoral no resultará fácil.

En primer lugar, porque la posibilidad de acceder –e incluso de liderar– el futuro gobierno les obligará a definir sus políticas más que nunca. A nivel regional y local, el partido ha logrado alternar gobiernos netamente de izquierdas (formados por el SPD, La Izquierda y los propios Verdes), gobiernos semáforo (SPD, Verdes, FDP) y coaliciones con la CDU (como la presidida por Los Verdes en Baden-Wurtemberg). Una vez anunciada su candidata, el partido puede convertirse en el centro de atención de una lucha entre bloques: como indica Cliffe, el SPD y La Izquierda alertarán del riesgo de un pacto burgués con los democristianos, mientras que la CDU y el FDP les acusarán de querer formar un gobierno con la izquierda radical.

En segundo lugar, porque gran parte de su auge electoral se debe a la caída de una CDU en plena guerra civil. Es aquí, de hecho, donde reside la gran esperanza de Los Verdes: aunque el partido quede por detrás de los democristianos, la caída de estos últimos puede ser lo suficientemente pronunciada para que el único gobierno posible sea uno entre Los Verdes, SPD y FDP (o, más difícilmente, La Izquierda). Es probable, sin embargo, que a lo largo de las próximas semanas y meses los democristianos mejoren sus expectativas de voto. Será fundamental la elección de su candidato –en principio Markus Söder o Armin Laschet, aunque se ha especulado que el partido acabe presentando un candidato de consenso–, pero también el avance de la campaña de vacunación, cuya desastrosa gestión ha dejado muy tocado al gobierno de Merkel; y la esperanza entre los democristianos de que los recientes escándalos de corrupción, que han obligado a varios altos cargos a dejar sus escaños, caigan en el olvido. Una victoria lo suficientemente amplia de la CDU no impediría que Los Verdes accedieran al gobierno, pero convertiría a Baerbock en vicecanciller en un gobierno democristiano, un papel muy alejado de las expectativas que está generando.

En todo caso, la elección de Baerbock muestra que Los Verdes van en serio. Atrás quedan los días del partido protesta de los años ochenta que se opuso a la OTAN y que, todavía en los noventa, clamaba en su campaña electoral: “Todos hablan sobre Alemania; ¡nosotros hablamos sobre el clima!”. Los Verdes de 2021 no solo hablan sobre Alemania: han sabido conectar con un electorado cada vez más amplio, han obligado a sus rivales a aceptar gran parte de su programa político y pueden alcanzar un objetivo impensable hasta hace poco: convertirse en un nuevo Volkspartei (partido de Estado) y acceder a la cancillería. El fin de la era Merkel, en otras palabras, puede suponer el inicio de una ola verde, con consecuencias impredecibles para Alemania y Europa.

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