El acuerdo de paz del 13 de septiembre de 1993 entre la OLP e Israel constituye un punto de inflexión innegable en el panorama de seguridad de Oriente Próximo y plantea unas consecuencias potenciales de fundamental importancia para la región mediterránea en general. Este acuerdo, si finalmente se pone en práctica en toda su extensión y desemboca en un acuerdo general de paz árabe-israelí (como la declaración de fin de hostilidades firmada en Washington por Isaac Rabin y el Rey Hussein de Jordania, el 25 de julio pasado parece vaticinar), eliminará uno de los mayores obstáculos para la creación de un marco institucional de diálogo y cooperación de cobertura regional, permitiendo de esta manera cubrir un vacío institucional que durante mucho tiempo ha impedido el tratamiento a nivel regional de problemas comunes relacionados con el área de la seguridad. En particular, el acuerdo palestino-israelí (y por ende el árabe-israelí, cuando llegue a concretarse) debería tener un efecto positivo sobre algunas cuestiones que durante largos años han proyectado una influencia desestabilizadora sobre la región, como es el caso de la proliferación de armamentos, ya que una de de las principales razones por las que los países de esta zona incrementaron sus arsenales fue el ambiente de hostilidad creado por el conflicto árabe-israelí.
Este conflicto es un factor de crucial importancia en la carrera de armamentos en Oriente Próximo, al cual se han añadido posteriormente otras fuentes de inseguridad, como el Irán revolucionario (y el factor del fundamentalismo islámico en general) o un Irak expansionista.
Este acuerdo de paz debería así mismo mejorar las perspectivas de comercio y cooperación económica regional, pues el boicoteo que los países árabes han mantenido sobre Israel ha dificultado en gran medida los intercambios en el Mediterráneo oriental, limitando drásticamente la valiosa contribución potencial israe…

Una década en los Balcanes
La CSCM a la luz del acuerdo entre la OLP e Israel