Sudán del sur no levanta cabeza

 |  3 de enero de 2014

Sudán del Sur permanece en estado de crisis. Cuando el país más joven del mundo se independizó del resto de Sudán en julio de 2011, la noticia fue recibida como el final feliz de una guerra civil de dos décadas, tristemente célebre por las atrocidades cometidas en Darfur por las milicias que apoyaba el norte. Pero 30 meses después, la independencia ha demostrado no ser el bálsamo de Fierabrás. A día de hoy el gobierno de Sudán del Sur se encuentra constantemente desestabilizado de por conflictos étnicos.

El último episodio –y también el más significativo– comenzó el pasado 15 de diciembre con el enfrentamiento entre los rebeldes Riek Machar y el gobierno de Salva Kiir, que ha acusado al primero de golpista. A la espera de lograr un alto al fuego, el saldo ya es catastrófico: más de 1.000 muertos y 80.000 desplazados, según Amnistía Internacional. Los combates se centran en el estado de Jonglei; concretamente en Bor, ciudad que constantemente cambia de manos entre el ejército y los rebeldes.

No se trata de una emergencia puntual, sino de un conflicto entre los dos principales grupos étnicos del país. De un lado están los dinkas, mayoritarios, a los que pertenece el presidente Kiir. De otro los nuer, que apoyan a Machar. Este último, compañero de Kiir en el Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán (SPLM por sus siglas en inglés), ostentaba el cargo de vicepresidente hasta que fue despedido en julio de 2013. La marginación política es con frecuencia motivo de tensión, pero también lo son las disputas entre ganaderos por derechos territoriales, en un país en que el 80% de la población depende de esta actividad. Al existir en torno a 60 grupos indígenas a lo largo del país, la frecuencia con que estallan conflictos étnicos augura un futuro inestable para Sudán. Durante 2012, hasta 7 de sus 10 estados llegaron a contar facciones rebeldes.

La situación del país ha generado alarma tanto a nivel internacional como regional. El secretario general de las Naciones Unidas, Ban-Ki-Moon, ha prometido reforzar el contingente de 7.000 cascos azules actualmente desplegado en Sudán del Sur. La Unión Africana ha amenazado con imponer sanciones económicas a cualquier actor político que incite a la violencia. Uganda, importante apoyo externo del gobierno de Kiir, ha amenazado con emprender acciones militares contra Machar. Pero son los dirigentes de Kenia y Etiopía los que han hecho mayores esfuerzos como mediadores en el conflicto, acudiendo a la capital, Yuba, para llegar a un acuerdo con el gobierno sudanés.

Incluso si el proceso de mediación resulta exitoso, los retos a los que el joven país debe hacer frente son descomunales. Ninguna otra economía es tan dependiente del petróleo como la de Sudán del Sur: el 98% de los ingresos de su gobierno y el 80% de su PIB provienen de la exportación de crudo. Durante la partición, Sudán del Sur retuvo el 75% de los yacimientos petrolíferos, pero las refinerías y puertos necesarios para exportar su petróleo se hallan en el norte. Las malas relaciones con el resto de Sudán llevaron a detener la extracción de crudo en 2012, con consecuencias devastadoras para el sur: la renta per cápita se desplomó de 1.800 dólares a menos de 800. La inflación continúa siendo de dos dígitos, en tanto que las élites del SPLM se han visto involucradas en múltiples escándalos de corrupción. Así las cosas, y en vista de la frecuencia con que se dan hambrunas y sequías, no sorprende que el país luzca el triste récord mundial en mortalidad materna.

Los sudaneses del sur continúan satisfechos con su independencia, en su momento apoyada por el 98% de la población. No cabe duda de que, pese a todo, el país se halla mejor ahora que bajo la opresión de Omar al-Bashir. Pero si sus dirigentes fracasan trazando un proyecto de país inclusivo, Sudán del Sur quedará condenado a la violencia y la miseria.

 

 

 

 

 

 

 

 

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